Guerra Química
Guillermo García Machado
El empleo de sustancias tóxicas en
la guerra había sido prohibido por la Conferencia de la Haya en 1899, sin
embargo, cuando los frentes se estabilizaron, los alemanes, que tenían una
industria química muy desarrollada, pensaron en este tipo de armas como una
solución para acabar con la guerra de trincheras. A las 4 de la tarde del 22 de
abril de 1915 en el frente de Ypres en Bélgica, aprovechando el viento
favorable, los alemanes abrieron botellas de cloro y una nube tóxica se dirigió
hacia las líneas francesas. La sorpresa y el pánico fueron totales. Tras
sucesivos ataques, los alemanes consiguieron en unos días avanzar 16
kilómetros. La industria química y armamentística inició la producción de
nuevos gases (fosgeno, bromuro de xileno, arsénico, ácido cianhídrico...). El
repertorio del horror tóxico se fue ampliando. Los gases empezaron a lanzarse
en bombas de artillería para evitar que un repentino cambio del viento hiciera
que las propias tropas murieron asfixiadas. Los ejércitos desarrollaron
sistemas de defensa y alarma. Los soldados tuvieron que proveerse de máscaras
anti-gas, dando lugar a una de las múltiples imágenes siniestras de la Gran
Guerra. El uso de gas venenoso en la Primera Guerra Mundial fue una
importante innovación militar. Los gases utilizados iban desde el gas lacrimógeno a
agentes incapacitantes como el gas mostaza y
agentes letales como el fosgeno. Esta guerra
química fue uno de los principales elementos de la
primera guerra global y también de la
primera guerra total del siglo XX. La capacidad
letal del gas era limitada —solo el 3% de las muertes en combate fueron debidas
al gas—, pero la proporción de bajas no letales fue alta, llegando el gas a ser uno de
los factores más temidos entre los soldados. Al contrario que la mayoría de las
armas de la época, fue posible desarrollar contramedidas efectivas para el gas.
De ahí que en las fases finales de la guerra, aunque el uso del gas aumentó, en
muchos casos su efectividad disminuyó. Debido al uso generalizado de la guerra
química, además de los importantes avances en la fabricación de explosivos de alto orden, a veces se ha calificado a la
Primera Guerra Mundial como "la guerra de los químicos". La comunidad
internacional prohibió el empleo de armas químicas y biológicas después de la
Primera Guerra Mundial y reforzó esa prohibición en 1972 y 1993, cuando
proscribió también el desarrollo, la producción, el almacenamiento y la
transferencia de dichas armas. Junto con los adelantos de las ciencias de la
vida y la biotecnología, disciplinas cuyo objetivo fundamental es el bienestar
de la humanidad, también ha crecido la preocupación de que las restricciones
impuestas hace años al empleo de armas químicas y biológicas se vean socavadas
o pasadas por alto. Guerra Química es la guerra que usa las propiedades tóxicas de sustancias
químicas para matar, herir o
incapacitar al enemigo. La guerra química es diferente del uso de armas convencionales o armas nucleares porque los efectos
destructivos de las armas químicas no tienen ninguna fuerza explosiva. El uso
ofensivo de organismos vivos u otros productos tóxicos (como
el carbunco o la toxina
botulínica) no son considerados guerra química; sino que es
llamado guerra biológica. Las armas químicas son clasificadas como armas de
destrucción masiva por las Naciones
Unidas, y su producción y almacenamiento fueron hechos
ilegales por la convención de armas químicas de 1993. La guerra biológica o
bacteriológica es una forma singular de combate, en la cual se
emplean armas de diferentes tipos que contienen virus o bacterias capaces de infligir daño masivo sobre
fuerzas militares y/o civiles. El uso de armas biológicas está terminantemente
prohibido por las Naciones Unidas,
sin embargo muchos países (potencias militares) cuentan con este tipo de arsenal en
forma no sólo de bombas sino de otro tipo de agentes de esparcimiento menos
convencionales.
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