Sunday, January 27, 2013

Primavera Árabe en acción Guillermo García Machado



Primavera Árabe en acción
Guillermo García Machado
La gran conmoción del mundo árabe  de 2010-2013, conceptualizada por distintos medios como la Revolución democrática árabe o la Primavera árabe, han consistido en una serie de alzamientos populares, específicamente en el norte de África, calificados como revoluciones por la opinión mediatica internacional, la cual comenzó con la revolución tunecina. Varios expertos de nivel internacional, como Noam Chomsky, consideran sin embargo que las protestas de octubre de 2010 en el Sahara Ocidental fueron el punto de partida de las revueltas. Son unas revueltas sin precedentes en el mundo árabe, ya que si bien en la historia de éste ha habido numerosas revoluciones laicas y republicanas, hasta ahora éstas se habían caracterizado por nacer a partir de golpes de Estado militares y dar paso a gobiernos en cierta medida autoritarios con o sin apoyo popular, en tanto que los acontecimientos actuales se caracterizan por un reclamo democrático, y de una mejora sustancial de las condiciones de vida. Por la naturaleza de sus protestas (libertades democráticas, cambios políticos, económicos y sociales), estas manifestaciones masivas empiezan a ser comparadas con las revoluciones de 1830, las de 1848 y las revoluciones en Europa del Este a partir de la caída del muro de Berlín en 1989. Tras la democrática y libertaria retórica de Barack Obama, el gobierno de EE.UU. está maniobrando para instalar una nueva generación de hombres fuertes que puedan revertir la revolución árabe y ayudar a reafirmar la dominación gringa en el Medio Oriente. En los últimos dos ejemplos, EE.UU. apoyó la toma de poder del presidente egipcio Mohamed Morsi, de la Hermandad Musulmana e intenta ahora instalar a ex-funcionarios del régimen sirio al frente de la oposición. Washington espera desviar dos masivos levantamientos sociales apoyando a líderes que permanecerán fieles a los intereses occidentales, en lugar de reflejar la voluntad popular. Las apuestas del gobierno yanqui son altas. La ocupación de Irak--una vez considerada por los arrogantes halcones de George W. Bush como la piedra angular para el "cambio de régimen" en el mundo árabe--en última instancia, convirtió al país en un aliado de Irán, el principal contendiente de EE.UU. en la región. La Primavera Árabe del año pasado, derrocando duraderos dictadores en algunos países y, en otros, sensibilizando gobiernos a las demandas de sus poblaciones, amenazó con centrifugar otras naciones a órbitas aún más lejanas al poderío estadounidense. Eso, a su vez, expuso las dificultades norte-americanas de depender en Israel para dominar la región. La última guerra contra el territorio palestino de Gaza no sólo no aplastó al gobierno de Hamas--como buscaban--sino que además dio un nuevo brío, a niveles no vistos en las tierras árabes y musulmanas en décadas, a la causa por la liberación palestina. ESE ES el hilo común de las aparentemente contradictorias políticas que Washington ha ejecutado desde que la revolución comenzó hace dos años en Túnez. Primero, EE.UU. apoyó dictador tunecino Zine El Abidine Ben Ali, hasta que un levantamiento de masas y una huelga general le obligaron a deponer, todo en cuestión de un mes. Washington siguió el mismo guion en Egipto, permaneciendo con Hosni Mubarak, uno de los ejes de la política yanqui en el mundo árabe, hasta el último minuto. En Bahrein--la base de la Quinta Flota de la Marina de los Estados Unidos de América--Washington dio luz verde a la salvaje represión contrarrevolucionaria contra un pacífico movimiento democrático. En Yemen, EE.UU. dio una ruta de escape a un despreciado dictador para apuntalar a un nuevo gobierno, aún dominado por los militares. Sólo en Libia--donde Europa y Estados Unidos armaron fuerzas rebeldes a Muammar el-Qaddafi y llevó a cabo un flagelante asalto aéreo esgrimiendo razones humanitarias--EE.UU. parece respaldar sin reservas la caída del antiguo régimen. Pero como el periodista del Independiente Patrick Cockburn anticipó, la caída del régimen de Gadafi fue "principalmente obtenida por la OTAN, no por una revolución popular".

Sunday, January 20, 2013

Que es una Constitución Guillermo García Machado



Que es una Constitución
Guillermo García Machado
La Constitución ha sido, a lo largo de la historia, un concepto de suma importancia a la hora de mantener el orden de las naciones. La Constitución permite a un Estado constituirse como tal, ya que se trata del conjunto de las leyes fundamentales que regulan la forma de gobernar. Una constitución, así como puede ser un conjunto de normas escritas o no, puede ser también aceptada por los miembros del Estado, o bien, puede ser establecida. a creación de una constitución tiene como fin último fijar ciertos límites y patrones de acción entre los diferentes poderes del Estado, es decir, norma la relación entre lo legislativo, lo judicial y lo ejecutivo, además, establece los derechos que el pueblo que conforma el Estado posee, formándose a partir de ella, las bases generales para el gobierno de una determinada nación. La formación de constituciones es de larga data. Si se revisa la historia, es posible notar que ya en la Grecia Clásica se comenzó a crearlas, teniendo como base la convicción de la resultaba necesario gobernar a la comunidad política por ley. En este contexto, Aristóteles comenzó a desarrollar y a definir el concepto de Constitución, logrando establecer que la mejor forma de gobernar una nación es aquella en la que todos los ciudadanos tuviesen derechos garantizados y aceptaran sus deberes y responsabilidades en pro del bien común. Como es de suponer, al igual que muchos aspectos de la vida, las constituciones y sus contenidos han ido variando a lo largo de la historia. Han existido momentos en la historia en los que la religión ha tenido una fuerte influencia sobre los dictámenes de la constitución y otros en los que los conflictos sociales han marcados las pautas. Sin embargo, lo usual es que hoy en día las constituciones de las naciones incluyan una amplia gama de asuntos, entre los que se encuentran temas tanto sociales como políticos y económicos. Las constituciones escritas están asociadas históricamente al liberalismo político y a la Ilustración. Una constitución se crea mediante diferentes procedimientos dependiendo del tipo de constitución de que se trate. Existen los: Procedimientos monárquicos; procedimientos democráticos y procedimientos autocráticos. Procedimientos monárquicos: originan las Constituciones Otorgadas y Pactadas. El procedimiento de otorgamiento es de carácter unilateral aunque intervengan presiones externas al titular, que es el monarca (rey), éste debe renunciar al poder absoluto. El procedimiento pactado no es un acto unilateral como el anterior, es una negociación entre dos partes: monarca y el pueblo. El pueblo es representado por una Asamblea. Procedimientos democráticos: se basa en el hecho de que es el pueblo el único que legítimamente puede darse una Constitución. Estos procedimientos pueden usar como modalidad La Asamblea Constituyente o Convención, el Plebiscito o Referéndum y, en caso de estados federales, el consentimiento de los Estados Federados. Convención o Asamblea Constituyente: se eligen representantes con el objeto exclusivo de elaborar la Constitución Política del Estado. Si es aprobada por la Asamblea, puede ser puesta en vigencia inmediatamente. Plebiscito o Referéndum: consiste en la aprobación o rechazo de un texto elaborado por una o varias comisiones o por una Convención Constituyente por parte del pueblo a través de la votación secreta. Consentimiento de los Estados Federales: este procedimiento sirve para comprobar si los estados federados están dispuestos a aceptar realmente las limitaciones y renuncia de soberanía que se establezcan en la Constitución Federal (esta modalidad la tiene EEUU). Procedimientos autocráticos: se pueden clasificar en Procedimientos de los Estados Autoritarios, Procedimientos de los Estados Socialistas Marxistas.  a) Procedimientos de los Estados Autoritarios: éstos se subdividen a su vez en dos: -  Adopción unilateral de una Constitución guiada por un líder de un partido, por un jefe militar o por un jefe carismático, dictada en el ejercicio del poder constituyente. - Plebiscitos Constituyente que corresponden a una visión autoritaria del plebiscito democrático. El pueblo debe elegir por un “si” o un “no” respecto a una propuesta. Muchos estados autoritarios y totalitarios poseen unas elaboradas constituciones, pero, en la práctica, no tienen vigor para ser respetadas por el gobierno en el poder, que siempre puede no acatarlas, suspenderlas o invalidarlas. b) Procedimientos de los Estados socialistas Marxistas: se subdividen en tres: - Adopción de la decisión constituyente por un órgano del único partido, típico de la fase revolucionaria. - Aprobación de la Constitución por un órgano determinado del partido y luego su sometimiento a la ratificación de las Asamblea Parlamentaria. - Aprobación de la Constitución por órganos del partido complementado con un plebiscito del tipo usado por regímenes autoritarios. Gobierno provisorio: es un gobierno interino, es decir, un gobierno que asume las funciones del estado en forma provisional mientras se solucionan los problemas por los que atraviesa el país, en  ese momento.

Saturday, January 12, 2013

Soberanía Popular Guillermo García Machado



Soberanía Popular
Guillermo García Machado
De donde proviene la “voluntad popular expresada en las elecciones”? Entendemos que esa voluntad es sinónimo de soberanía. Soberanía deriva de la palabra soberano, y el Diccionario de la Real Academia Española define aquella como la “Cualidad de soberano”, y en una segunda acepción como “Autoridad suprema del poder público”. En cuanto a soberano, lo define como el “Que ejerce o posee la autoridad suprema e independiente”. Agrega el diccionario que esta palabra se aplica a personas, y que aun cuando es un adjetivo (poder soberano, decisión soberana), se usa también como sustantivo: el soberano. Inicialmente, a fines de la Edad Media, el concepto de soberano se identificaba con el monarca, que dentro de la monarquía absoluta era quien ejercía la soberanía, es decir, era el que tenía el poder supremo, que incluso llegó a definirse como una potestad divina, por ser proveniente de Dios. Con el tiempo las ideas de soberano y soberanía fueron evolucionando, hasta llegar a lo que hoy se entiende por tales. Es habitual en las constituciones democráticas que se diga que la soberanía, o sea, aquella “autoridad suprema e independiente”, reside en el pueblo. En teoría, esa “autoridad suprema” se ejerce mediante el voto, en lo que toca a la soberanía que el pueblo delega en los funcionarios electivos, y, en cuanto a la soberanía directa, mediante los diversos tipos de referendos que la misma Constitución prevé para derogar leyes, revocar el mandato dado mediante elecciones a dichos funcionarios electivos y otros fines. El voto popular traslada-por tiempo determinado-el ejercicio del poder representativo a las personas que han resultado electas. Cumpliendo de esta forma aquel precepto constitucional: “El pueblo no delibera ni gobierna, sino, a través de sus representantes”. Tendríamos también que preguntarnos que sucede cuando esa representación cumple parcialmente su cometido, o las más de las veces, lo desvirtúa totalmente. También, en oportunidades, directamente traiciona el mandato conferido. La respuesta, hasta ahora, la encontraremos en el instituto del “juicio político”. En la práctica, sabemos que las obsecuentes mayorías legislativas dan por tierra cualquier intención en ese aspecto. La representación popular es ilusoria, casi utópica. Únicamente queda abierta el día de la elección, a las 08 horas y luego a las 18 horas, de ese mismo día, es nuevamente conculcada. La Teoría de la Representación, a pesar de una serie de antecedentes ingleses y norteamericanos tiene su nacimiento en la obra del abate Sieyes en Francia “¿Qué es el tercer estado?”, “donde dice que el objeto de una asamblea representativa es expresar la voluntad de una nación; que ésta es la reunión de los individuos; que la finalidad de la nación es distinta de la de los individuos; y así confían el ejercicio de esta porción de voluntad nacional, y por consiguiente de poder, a algunos de entre ellos…El pueblo no puede hablar ni puede obrar sino por medio de sus representantes y estos no lo son de quienes lo han elegido, sino de la Francia entera”.-El vocablo soberanía también ha jugado un importante papel en la Teoría Política y en la Doctrina del Derecho Internacional. Es por eso que el contenido de esta palabra ha sido oscurecido y deformado, por lo que puede entenderse de varios modos o admitir distintas interpretaciones y ser, por consiguiente, motivo de dudas, incertidumbre y confusión. El principal problema estriba en que habiendo tantas definiciones del término como hay autores, no hay acuerdo sobre cuál es el objeto buscado por este concepto en el derecho internacional. Hasta aquí, posiciones donde lo fáctico e histórico lo hemos mezclado con lo académico. La cotidianidad de los hechos nos indica que la representación y el mandato popular son cada vez más ignorados por los representantes elegidos a través de los mecanismos electorales previstos por nuestra Democracia.

Sunday, January 6, 2013

El Hombre Público de siempre Guillermo García Machado


El Hombre Público de siempre
Guillermo García Machado
El hombre público es un ser de su tiempo. Vive los compromisos con su contexto histórico y lo hace de múltiples formas. Julio Caro Baroja lo expresaba con rotundidad cuando en el prólogo al texto titulado el “Laberinto Vasco” se expresa de la siguiente manera “ los estudios y artículos reunidos en éste volumen han sido escritos al calor de los acontecimientos. La vida pública, la situación política, han dado motivo a la composición de algunos, que fueron redactados caso “ por encargo”. Otros surgieron de mi mente atribulada y entristecida. No podrá buscarse en el libro ni alegría por el presente, ni motivo de esperanza mayor para el futuro. Su  autor lo sabe y no le chocará que sea objeto de la repulsa de muchos, que quieren seguir viviendo con ilusiones. Ahora bien, querer tener y tener ilusiones es legítimo. Lo que se puede discutir es aquello en que ciframos la ilusión. Porque si la ponemos en algo que la experiencia demuestra que es más que problemático que exista o pueda existir nos estrellaremos. Esto no es lo peor. Lo peor es que estrellaremos a los demás Los grandes pensadores y , en general, todos los grandes hombres han expresado  e influido a la vez con sus obras en las actitudes humanas frente al mundo. Las actitudes científicas, religiosas o metafísicas, han modificado el sentido de las cosas, indicándonos lo que es importante o admirable pero también aquello que es trivial o frívolo. Pero, los grandes hombres- aquellos que trascienden su tiempo histórico- nos han enseñado otras muchas cosas. Nos han enseñado, por ejemplo, que al tratar de adquirir conocimientos sobre el mundo, externo o interno, advertimos y describimos sólo alguna características del mismo, las que son, por decirlo de alguna manera, públicas, que atraen la atención sobre ellos debido a algún interés específico que tienen en investigarlos, debido a nuestras necesidades prácticas o a nuestros intereses teóricos. Percibimos que progresamos en el conocimiento en tanto que descubrimos algunos hechos y  muchas relaciones, hasta entonces desconocidas,  en particular cuando éstas resultan ser relevantes para nuestros propósitos principales, para la supervivencia  y todos los recursos que comporta, para nuestra felicidad o la satisfacción de las diversas y contrapuestas necesidades que determinan que los seres humanos hagan lo que hacen y sean como son. El hombre público sabe que sus juicios no son “sólo” privados, sabe que sus opiniones penetran las costras de la sociedad, sabe que sus secretos sólo lo son si son fábulas compartidas. Pero el hombre público no se parece a Eduardo Avinareta- aquél confabulador de lo imposible que tan bien supo retratar Pío Baroja- sino al que sabe esperar aunque tema  que el futuro le defraude y se haya jurado no dejarse engañar más. La actitud del hombre público en nuestro presente tiene seguramente más que ver con la de aquél otro que como describe Finkielkraut tiene que encarar un tiempo donde “obtusas identidades, en efecto, ocupan el escenario, y no doctrinas, principios  o programas. Lo universal desaparece en beneficio de lo singular, lo conceptual en beneficio de lo contingente y la hermosa inteligibilidad del sentido acaba destronada por un galimatías totalmente aleatorio”. Pero el hombre público tampoco puede olvidar el peligro que representa aquello que dejara escrito Montaigne y es que “quienes se ocupan de examinar los actos humanos en nada hallan tanta dificultad como en reconstruirlos y someterlos al mismo punto de vista; pues contradícense, por lo general, de manera tan asombrosa que parece imposible que hayan salido del mismo magín”. El hombre público es alguien que aspira a  comprender su tiempo, es alguien que quiere trascender el estado de cosas, pero es alguien consciente que a  la verdad y al buen juicio se llega, casi siempre, por caminos tortuosos y no pueden confundirse ni los caminos con las veredas ni el desvelamiento con la impostura.