Sunday, September 8, 2013


La mentira vaya adelante

Guillermo García Machado

Mentir es el verbo más manipulado por los inquietos anacoberos de la política mundial. Cuando la mentira surge del niño, inmediatamente, queda amparado éste por el manto casi sagrado de la inocencia y haríamos alusión a una simple mentirilla coloreada con las resultas del buen humor, es decir, somos capaces de reírnos ante la profanación de la verdad, cuando el sujeto activo es una criatura inocente. Cuando la mentira emana del buen samaritano y con ella se trata de ocultar un mal peor, nos encontramos con la mentirilla piadosa, tal cual acontece con la ocultación de la gravedad de una enfermedad de un ser querido, o simplemente, un buen amigo, a quienes se les mira con ojo de piedad. Cuando la mentira se pronuncia y el que la dice igualmente se la cree, estamos en presencia de un problema serio de mitomanía, y muchas veces por pequeña que sea la trasgresión de la realidad, la práctica constante de este fenómeno puede causar serios estragos entre los que desean convivir pacíficamente. Ahora bien, cuando mentir es parte cotidiana del que practica la política, es decir, el que dice que una iguana colapso un transformador eléctrico; el que ante un bajón de popularidad, pregona la puesta en marcha de un magnicidio; el que inmiscuye en un grave complot contra su gobierno a un personero de la política de un país vecino sin importarle a quien se lleva entre los cachos; el que es capaz de ocultar la muerte de un alto dignatario por su conveniencia en el manejo de los factores del poder; el que no tiene ningún dolor en otorgar los datos que pongan en manos del público la razón de ser de la nacionalidad que invoca; el que dice tener un patrimonio insignificante después de varios años al frente de un cargo público; el que promete villas y castillos cuando le corresponde ser parte del proselitismo político y se vuelve pura bulla cuando ostenta el poder; el que se jacta de una conducta irreprochable y se le queman las manos durante el ejercicio del poder; el que esconde su ignorancia e incompetencia en la imagen de su ser querido, entiéndase, mujer o esposa; el que utiliza la cuenta corriente de la concubina para recibir comisiones producto de sus despropósitos; el que logra burlar los controles atesorando dinero en cabeza de testaferros, agravándose el caso cuando estos últimos alegan que, “ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón”; estamos dentro de la consideración más perversa de la conducta humana, por aquello de que un ser humano mentirosa de per se convierte en  un ente despreciable, pero un político mentiroso, además de despreciable es un ser perverso que lo único que persigue es perpetuarse en el trono, a costilla de la mismísima verdad mancillada, la que sólo se puede reivindicar en manos de seres portadores de sabiduría y forjadores de la justicia, todo ello dentro de una esfera de respeto total a todas las instituciones descritas en el ámbito legal correspondiente.  No podemos dejar pasar por alto el mentiroso de oficio que a la hora de las chiquitas, ni el mismo se cree sus propias mentiras, por lo que se convierte en toda una sabandija. En definitiva, tenemos que procurar lo que nos decía Guillermo Rodríguez Blanco cuando presentaba al vaquero de moda, Kit Carson, bajo el amparo de la incipiente televisión venezolana: “La verdad bien dicha”, agregando nosotros: “ y su palabra vaya adelante”…….siempre!.

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