El miedo es libre
Guillermo García Machado
Existen muchas formas de proyectar la imagen política de un
líder determinado. Personajes como Napoleón, Simón Bolívar, Stalin, Hitler,
utilizaron sus propios logros para demostrar ante el mundo la eficacia y proyección
de su estilo personal, siempre triunfadores y con equipos de trabajo o de apoyo
extraordinarios. En el caso de Venezuela, el Libertador Simón Bolívar fue un
genio militar, cuyas hazañas fueron indiscutibles, pero siempre con la fortuna
de haber contado con la cooperación logística de la propia grandeza de hombres
como Sucre, Urdaneta, Cedeño, Mariño, Páez, Urdaneta, Ricaurte, Piar, sin poder
olvidar el gesto del hombre que demostró la prioridad de la Patria sobre la
vida, como fue el del Negro Primero ante sus superiores. (…General vengo a
despedirme porque estoy muerto…. /Batalla de Carabobo/1821). Con esos
antecedentes, pareciera que nuestros actuales líderes están empeñados de
apoyarse en la capacidad mediática que los rodea, sin demostrar ningún tipo de
coraje o valentía para demostrar ante el mundo la eficacia de sus dichos. En
estos momentos, se celebra en la ciudad de New York una reunión de todos los
mandatarios del planeta tierra, bajo la convocatoria de la Organización de las
Naciones Unidas (ONU), siendo el caso, que para el primer mandatario venezolano
su participación en dicho evento era un hecho cierto, y luego, su participación
estaría supeditado a cumplir con compromisos previos por ante el país más
importante del mundo asiático, entiéndase: China. Todos sabemos que Venezuela,
el país petrolero por excelencia, con abultadas cifras de reservas probadas,
tiene entregado su futuro a la conciencia o misericordia de la dirigencia
china. Hasta la fecha, no hemos encontrado una opinión clara, que nos transmita
tranquilidad, ante la posibilidad que estemos entregando nuestra alma al
diablo, por la alta dependencia de la estructura financiera y económica
Venezolana ante el apetito económico de China como acreedor de grandes
cantidades de dólares, bajo acuerdos que proponen el pago de esas cuantiosa
deuda con el envío de grandes embarques de petróleo venezolano. Vale la pena
aclarar, que los precios que se le atribuye al petróleo en este tipo de negocio,
siempre es el que el mismo posee a la fecha de la firma respectiva del
contrato, y no incluye la posibilidad de respetar su eventual incremente por
razones de mercado. Lo cierto del caso es que el Presidente Maduro se aferró a
las artimañas muy propias de las que nos
enseñan los consejeros extranjeros, y empezó, personalmente o por mampuesto, a
buscar excusas para no intervenir en la sede de las Naciones Unidas, como líder de un país, que
desde hace quince años ha alentado una posición anti-imperialista y contrario a
la hegemonía unipolar, y cuyo antecesor fue capaz de retar al liderazgo gringo,
al comparar a su expresidente Bush con el mismo diablo, bajo la expresión de
que el escenario de la asamblea de aquel entonces todavía olía a azufre. El
canciller Jaua lo explica en forma muy simple, es decir, para justificar la no
presencia de Maduro: “nos irrespetan, nos ponen trabas, acusan a nuestro
funcionarios de tener posiciones ideológicas determinadas”, matizando con risa
sarcástica su formal reconocimiento de lo que dicen los gringos es la pura
verdad. En el medio de la guerra fría, Fidel Castro visitó la sede de la ONU y
siempre tuvo que observar las normas norteamericanas que regulan el acceso al
país del Norte. Como corolario de lo anterior pareciera que el Mandatario
venezolano escurrió el bulto y prefirió adornar su agenda con compromisos
internacionales distintos, antes que demostrar su liderazgo y legitimidad ante
todos los países del mundo.
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