Sunday, December 15, 2013

La paciencia en Política
Guillermo García Machado

Parafraseando al profesor Robert Téllez Chávez, compartimos plenamente: el político como humano que es, tiene sus defectos y virtudes, tanto en lo personal como en la profesión que ejerce. Lo fundamental en él, como en una persona cualquiera, es que la balanza de su mundo interior se encuentre siempre a favor de lo que denominamos virtudes. Por ello, siempre es bueno saber qué cualidades o características positivas debe tener un buen político. Una de estas virtudes y cualidades que debe tener es la paciencia o perseverancia; la paciencia o perseverancia es la actitud que lleva al ser humano a poder soportar contratiempos y dificultades para conseguir algún bien. De acuerdo con la tradición filosófica, es la constancia valerosa que se opone al mal, y a pesar de lo que sufra el hombre no se deja dominar por él. Aristóteles en su Ética alude a esta virtud como equilibrio entre emociones extremas o punto medio. Con ella se consigue sobreponerse a las emociones fuertes generadas por las desgracias o aflicciones. Para ello es necesario un entrenamiento práctico ante el asedio de los dolores y tristezas de la vida. El cristianismo, posteriormente, tiene a esta virtud personificada en la vida de personajes bíblicos como Job o el mismo Jesucristo. La paciencia posee un vicio antitético en el pecado de la ira. La paciencia es un rasgo de personalidad madura. Es la virtud de quienes saben sufrir y tolerar las contrariedades y adversidades con fortaleza y sin lamentarse. La persona paciente tiende a desarrollar una sensibilidad que le va a permitir identificar los problemas, contrariedades, alegrías, triunfos y fracasos del día a día y, por medio de ella, afrontar la vida de una manera optimista, tranquila y siempre en busca de armonía. Es necesario tener paciencia con todo el mundo, pero, en primer lugar, con uno mismo. Y a partir de ahí entender que el buen político sabe que puestos, dirigencias y liderazgos son efímeros; que las estructuras gubernamentales y partidistas deben oxigenarse con nuevos integrantes; que el valor más grande de la política es actuar desde la veracidad y la coherencia, la comprensión y la responsabilidad. La competencia política debe ser un incentivo que obligue y estimule al político a prepararse, a actuar con total honestidad y transparencia. Podemos elegir nuestro destino cada instante de nuestra vida. La vida está llena de decisiones. Pero además de controlar esas múltiples decisiones, también podemos modificar nuestra percepción de las cosas que nos pasan. Marco Aurelio decía, "si te sientes dolido por las cosas externas, no son éstas las que te molestan, sino tu propio juicio acerca de ellas. Y está en tu poder el cambiar este juicio ahora mismo".  Agregamos que la paciencia en política es una virtud escasa en tiempos acelerados, de exigencias cortas y respuestas rápidas. Es cierto que los retos nos obligan a encontrar soluciones urgentes y que la paciencia, cuando es pasiva y resignada, parece claudicación e impotencia. Pero hay otra versión de la paciencia: la que se trabaja, no la que se acepta. La que se cultiva, no la que se padece. Paciencia y esperanza van de la mano. Se puede esperar, se puede aceptar el sacrificio hoy, si se espera recompensa mañana. Pero la paciencia, en un contexto tan frágil de confianza política, se agota fácilmente. Especialmente cuando los resultados tardan más de lo deseable o soportable y los primeros síntomas de mejora no llegan a todos por igual, o con la rapidez necesaria. Así, los que practican y predican la paciencia pueden ser las primeras víctimas de su persuasión fallida o de su incapacidad predictiva, liberando una corriente imparable de impaciencia. De ahí a la ira, hay un paso. Sea como fuere, no son buenos tiempos para la paciencia. Y esto es lo relevante para quien pide lo que ya no se fía. Los ciudadanos (y los electores) no van a dar mucha tregua. La irritación es un estado de ánimo contagioso. Y el desánimo, El populismo avanza. Los que promueven que sobran políticos y administraciones acabarán diciendo que sobran instituciones. El caldo de cultivo está ahí.

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