La suerte de espaldas y la pava
Guillermo García Machado
Un país dividido en dos es como una corporación cuyo nivel de
asambleas esta en manos de dos bandos con el mismo poder decisorio, siendo así que la ingobernabilidad se impone
con mucha facilidad, al no haber un medio pacífico para la mejor toma de
decisiones en aras del colectivo. Vemos que de inmediato se impone la inacción
y los objetivos propios quedan desvirtuados, al no haber quien imponga un ritmo
al mundo de las grandes decisiones. En el mundo privado hay la posibilidad de
conformar entes consultivos, conformados generalmente por gente de mucha
experiencia y con una significativa
trayectoria, cuya labor es emitir opiniones vinculantes para dirimir los eventuales
conflictos de los órganos tradicionales. La gata se sube a la batea en el orden
público, donde los excesos del presidencialismo no pueden ser corregidos por
ningún otro ente institucional, más cuando los excesos del ejecutivismo resulta
amparado por la vista gorda de aquellos poderes que deben contribuir con el
control y mantenimiento del mismo orden institucional y por ende
constitucional. De pronto y con el paso del
tiempo las cosas empiezan a resultar “patas arriba”, el colectivo
empieza a cansarse, las soluciones políticas administrativas insuficientes o
simplemente no llegan, creyendo los gobernantes que tienen la suerte de
espaldas, cuando lo cierto del caso es que las malas administraciones suelen
encontrarse con el reproche de los administrados, siendo posible que la
inconformidad produzca conflictos sociales de menor o mayor cuantía,
dependiendo las consecuencias de cada acto de protesta, para medir su
importancia. Esto último, produce un desgaste total del responsable del timón,
tanto así, que las malas o buenas noticias llegan demasiado pronto, por
intermedio de los medios tradicionales o por la buena onda de los avances
tecnológicos, entiéndase: “Internet” y las distintas páginas sociales. La gente
se entera in-pronto de todos los acontecimientos, independientemente del momento
en que ellos ocurren y la distancia existente entre ellos los distintos
observadores espontáneos. A los males gobernantes se les castiga con el
desprecio y con la poca atención de sus buenas o malas intenciones, pudiendo
decirse que hasta fama de pavosos adquieren, siendo menester que expliquemos
este último término: Pavoso .- Empavado, sin fortuna. Dícese que son personas que siempre
cargan mala suerte encima, y que estar con ellas es de mal augurio. Persona que nunca consigue ninguna de
las metas y/o objetivos trazados. Lo peor que le puede pasar a un político -y en particular a un
gobernante- es convertirse en fastidioso y ser de mal agüero. Juan Ernesto
Montenegro, como Cronista
de la Ciudad, nos dice: Dada la situación actual, en tiempos más tempranos
abundarían posiblemente expresiones como estas: '¡Qué mabita nos ha caído!'
'¿Cuándo acabará esta mabita? 'Estamos enmabitados'. '¿Quién nos habrá traído
esta mabita?' '¡Qué mabita ciriaca!' '¡Qué mabitosos son estos carrizos!'
También por sinonimia o por trueque de la primera vocal, según podría asentar
un filólogo, podríamos escuchar en lugar de mabita el término pavita, que
significa exactamente lo mismo: mala suerte: '¡Ya cantó la pavita!' '¡Nos cayó
la pavita!' '¡Qué pavita tan ciriaca!' '¡Estamos empavitados!' Estas últimas
expresiones en alusión a la muy famosa pavita que se encuentra en todo el
territorio y sobrevive en Caracas; ave de mal agüero cuya fama suelen compartir
todos los demás búhos y lechuzas. Pájaro de muy reducidas dimensiones que luce
del todo inofensivo (G. Brasilianum) y no debe confundirse con la pavita
hormiguera (que también es pavosa); lechucita de canto dulzón y triste; de piar
grave y acompasado que ha erizado los pelos a generaciones de chicos y grandes,
especialmente en el interior del país, donde tiene más mala fama que la
mariposa negra y compite con la guarura o con el corubo.
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