Revolución Francesa
Guillermo
García Machado
La revolución francesa fue
un proceso social y
político que tuvo lugar entre 1789 y 1799 en Francia y
que, con el tiempo, se extendió a otros países. Entre sus principales
consecuencias, aparece el derrocamiento del rey Luis XVI, lo que
supuso el fin del Antiguo Régimen (un sistema donde
el poder recaía en una única persona y donde no existía la movilidad
social).
Es importante
dar a conocer que existen varias causas que fueron las que motivaron que se
pusiera en marcha la citada Revolución Francesa. En concreto, entre las mismas
se encuentran el que en ese momento existiera una burguesía que había ido
ganando poder económico y demandaba también un papel a nivel político, que la
monarquía fuera una institución cerrada y rígida, que existiera una importante
crisis económica, que las clases populares estuvieran muy descontentas con la
situación y que se hubieran ido extendiendo nuevas ideas llamadas ilustradas.
En este último
sentido, hay que subrayar que las mismas se enmarcaban dentro del movimiento
conocido como Ilustración que básicamente se sustentaba en tres valores e ideas
principales: la libertad, la razón y la igualdad. Entre los personajes más
relevantes que abogaron y defendieron aquella se encuentran Rousseau,
Montesquieu, Voltaire o Diderot. Con la abolición de la monarquía francesa, se
proclamó la Primera República. El periodo revolucionario tuvo
contradicciones internas y divisiones entre sus mismos impulsores, hasta que,
en 1799, Napoleón
Bonaparte concretó un golpe de estado, dando por finalizada la revolución y
sus medidas.
La revolución
francesa supuso el final del absolutismo y el surgimiento de la burguesía (pequeños
capitalistas) como clase social dominante. El poder dejó de ser hereditario o
divino, sino que, en teoría, cualquier persona podía ser elegida para acceder
al gobierno.
Muchos fueron
los episodios que se desarrollaron dentro de la Revolución Francesa, no
obstante, entre todos ellos hay uno que pasó a ser el símbolo y el culmen de la
misma, nos estamos refiriendo a la conocida Toma de la Bastilla, que tuvo lugar
el 14 de julio de 1789.
Un acto aquel
que consistió en el asalto de dicha fortaleza y prisión por parte de la
ciudadanía francesa. Con él no sólo se consiguió liberar a algunos encarcelados
sino también defender a los representantes populares y, sobre todo, acabar con
un símbolo del absolutismo monárquico. Y es que la Bastilla se había convertido
además en el mayor peligro para el pueblo, pues el rey había ordenado que los
cañones de aquella apuntaran a los barrios obreros.
Cabe destacar
que, en 1789,
la Asamblea Nacional
Constituyente de Francia publicó la Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano y estableció el principio de libertad, igualdad y fraternidad como
base del sistema.
Otra
circunstancia nacida con la revolución francesa que se mantuvo en el tiempo fue
la división política
entre izquierda y derecha, originada por las agrupaciones que
se daban dentro de la Asamblea. Los conservadores y aristócratas se sentaban
del lado derecho; los más radicales, en cambio, ocupaban el sector izquierdo.
Allí se creó la concepción de políticas de derecha o de izquierda, de acuerdo
al sitio ocupado por los asambleístas.
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