Lacayo
Guillermo García Machado
Lacayo es un adjetivo que
refiere a alguien servil o
rastrero. Como sustantivo, el término
se utilizaba para nombrar al criado que acompañaba a
su amo, ya sea a pie, a caballo en coche. Por extensión, solía
mencionarse como lacayo al sirviente, siervo o esclavo.
Por
ejemplo: “Diles a los lacayos que preparen los
caballos: nos iremos en una hora”, “Los
lacayos se rebelaron contra sus amos y ya nada fue igual en el viejo poblado”, “El jefe tiene que entender que somos sus empleados y no sus
lacayos”.
En la
antigüedad, un lacayo era un espolique (el
mozo que caminaba delante de la caballería de su amo) o un soldado de a pie que, armado con una
ballesta, acompañaba a los caballeros durante la guerra. La noción,
por lo tanto, siempre estuvo asociada a la idea de servir.
Los lacayos
que tenían los señores en la Edad Media contaban con un sinfín de tareas para
conseguir que estos disfrutaran de una vida lo más cómoda posible. A tal punto
llegaban las labores que tenían encomendadas que incluso debían encargarse de
espantar todos los insectos que pudieran estar alrededores de sus “amos”.
Con la
concepción moderna del trabajo, la idea de
lacayo adquirió una significación negativa.
La servidumbre y la esclavitud son combatidas, pese a la explotación laboral que
puede sufrir una persona Un lacayo,
en ese sentido, es alguien que no está protegido por los derechos.
Además de todo
lo expuesto, tendríamos que subrayar que dentro del ámbito de la Literatura
existen diversos libros que abordan la figura del lacayo. Este sería el caso,
por ejemplo, de la obra “El último lacayo”, de Martha Grimes, o “El lacayo
fingido”, de Lope de Vega.
Ese último
trabajo se trata de una divertida comedia creada por el autor español que es una
figura insigne del Siglo de Oro. En ella se cuenta como una mujer, dotada de
gran inteligencia y astucia, se disfraza de hombre y consigue engañar a todo el
mundo. El objetivo de esa acción no es otro que urdir un plan estratégicamente
preparado para así poder conseguir al caballero del que está enamorada.
La situación
planteada dará lugar a una interminable lista de situaciones de lo más
divertidas, surrealistas y de enredo en las que jugarán papeles fundamentales
no sólo la protagonista sino también el propio rey de Francia.
Actualmente el
término se asocia a un sujeto rastrero e
indigno, capaz de rebajarse para estar cerca de alguien poderoso.
El secretario de un gobernador o cualquier otro magistrado, por ejemplo, será
considerado como un lacayo si está dispuesto a mentir a la sociedad para
contentar a su jefe. El lacayo, en este sentido, deja de lado el bien común
para servir al poderoso, con la esperanza de ganarse su simpatía y favor.
No obstante,
tampoco podemos pasar por alto el hecho de que lacayo tiene otro significado igualmente
importante. En concreto, aquel es un término que también se usa para referirse
al lazo compuesto de varias cintas que las mujeres solían emplear para poder
ornamentar lo que eran los puños de las camisas que llevaban.
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