Ironía
Guillermo García Machado
Este término deriva de un vocablo latino que a su vez deriva
del griego, y se entiende como una burla disimulada. Consiste en dar a
entender lo contrario de lo que se dice a través de una cierta entonación o del lenguaje corporal. Un ejemplo del uso de
la ironía en el habla coloquial puede ser el siguiente. En un programa de
televisión se da la noticia de que un hombre fue
hallado muerto con cinco disparos en la cabeza. Un espectador comenta que según
su opinión se trató de un asesinato; a lo que otra persona que se hallaba
observando la noticia, ante la obviedad de la afirmación del primero, expresa: “¡Qué inteligente! Me sorprende tu capacidad de deducción”.
La ironía no siempre está destinada a la burla del prójimo ni resulta
agresiva. Una persona que debe ir al hospital a visitar a un pariente enfermo
puede comentar, a modo de lamento: “Tengo un plan muy entretenido
para esta tarde”. Algo similar ocurre cuando dos compañeros de clase
se juntan a estudiar y uno afirma: “No sabes cuánto nos vamos a
divertir con estos libros”.
La ironía más cruel y violenta se conoce como sarcasmo: “No, no estás gorda, es que todas las demás están muy flacas”.
Este tipo de expresiones supone una agresión que intenta discriminar y herir a
la destinataria.
Otra frase irónica o sarcástica es la siguiente: “Por supuesto que valoro tu dedicación, es más, voy a organizar
una fiesta en tu honor para premiar la relevancia de tu inconmensurable
esfuerzo en pos de esta empresa”.
En el caso de la ironía como figura retórica podemos decir que
permite que se trata de una herramienta que permite a un autor que exprese una
cosa diciendo lo contrario. Sirve para dotar a los textos de una cierta
suspicacia o volverlos burlescos.
Entre los autores que mejor han sabido valerse de este recurso a la hora
de escribir podemos mencionar a Francisco
de Quevedo y William Shakespeare. Sin embargo, en este punto es
importante señalar que existen muchos tipos
de ironía. Entre los más destacados se encuentran:
* Ironía trágica: también conocida como ironía dramática, es propia de las tragedias
antiguas y muy presente en casi todas las obras del escritor anglosajón
Shakespeare.
Se utilizaba para aumentar
la intensidad de las situaciones delicadas en obras donde las
palabras y acciones del personaje se expresan de una forma tan cercana para el
lector que parecen sumamente verosímiles, pese a
contar con un alto contenido de dramatismo que podría considerarse absurdo en la
realidad. Detrás de las frases irónicas, el autor consigue acercarse al público
y abrirle los ojos en una serie de cuestiones de la vida real que para él ha
pasado desapercibido.
* Ironía cómica: presente en las obras de caracter burlesco, en las que
el autor presentó una crítica a la sociedad con tintes graciosos y bufones. En
la obra de Quevedo encontramos muchísimos ejemplos de este uso. En este caso,
la ironía sirve para mostrar una incongruencia entre
las expectativas que tiene el lector y lo que al final ocurre. Suelen
plantearse tramas sumamente absurdas o, en algunos casos, explicarse
situaciones de la vida real de una forma convincente pero estrambótica, dando a
entender al lector que la propia realidad se encuentra llena de cuestiones
inaceptables que pasan como “normales” e instándolo a razonar y plantearse un cambio ante los posibles
hechos que se suceden.
Existen otros ejemplos de ironía. Uno muy claro es el comienzo de la
obra “Orgullo y prejuicio” de Jane
Austen. Dice: «Es una verdad concebida que un hombre soltero en posesión
de una buena fortuna debe estar en búsqueda de mujer». La ironía internacional:
Todo ocurrió en 1953,
cuando una Alemania devastada por la Segunda Guerra Mundial se encontraba
sumida en una gran crisis que le imposibilitaba pagar sus deudas, que ascendían
a unos 38.800 millones de marcos de la época. El Estado se encontraba al borde
de la quiebra y Grecia, entre otros, favorece la economía alemana con su
perdón.
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