Impunidad
Guillermo García Machado
Impunidad, del vocablo latino impunitas, es un término que
refiere a la falta de castigo. Se conoce como castigo, por otra parte, a la pena que se
impone a aquel que ha cometido una falta o
un delito. Esto quiere decir que,
cuando hay impunidad, la persona que
ha incurrido en una falta o un delito no recibe la pena que le corresponde por
su accionar. De esta forma no se sanciona ni se enmienda su conducta. Por ejemplo: “Los vecinos se reunieron en la plaza para exigir que se ponga fin
a la impunidad”, “No voy a aceptar que haya
impunidad en un caso tan trascendente”, “El asesino goza de impunidad y todavía puede caminar con total
libertad”. Puede entenderse la impunidad como la evasión o el escape de la sanción que
implica una falta o un delito. Lo habitual es que la impunidad se produzca
cuando, por motivos políticos o de otro tipo, una persona que es responsable de
haber violado la ley no
recibe el castigo correspondiente y, por lo tanto, sus víctimas no reciben
ninguna reparación.
Tomemos el
caso de un vendedor de automóviles que estafa a
los compradores. Las víctimas y sus abogados sostienen que, de acuerdo a la
ley, al delincuente le corresponde una pena de cuatro años de prisión. El juez
a cargo de la causa, sin embargo, considera que no hay pruebas suficientes para
condenar al vendedor y lo absuelve. Las víctimas sostienen que se trata de un
caso de impunidad y que el estafador sobornó al juez para comprar su libertad.
La impunidad
suele asociarse a los ricos y famosos, en especial a casos de evasión fiscal,
dadas las tácticas que muchas estrellas utilizan para no pagar todos los
impuestos que les corresponde, lo cual vuelve la balanza aún más a su favor en
lo que a fortuna se refiere. Por lo general, los casos que quedan impunes se
caracterizan por la frustración y la sensación de impotencia de las personas
afectadas. Esto ocurre especialmente en los crímenes que no logran resolverse,
ya sea por corrupción o por falta de evidencias, ya que alguien pierde la vida
de una forma horrible y sus familiares y amigos deben soportar que los
culpables gocen de su libertad y,
por si fuera poco, continúen cometiendo asesinatos.
Otro tipo
de casos que muchas veces acaban en la absoluta impunidad no incluyen violencia
directa, sino negligencia, que puede tener consecuencias aún peores. Un ejemplo
fue el fallecimiento de Florencia Mesa, una niña de 7 años que jugaba
inocentemente en una hamaca cuando el desprendimiento de la estructura le quitó
la vida de
un fuerte golpe en el cráneo. Los padres declararon que la plaza no se
encontraba en buenas condiciones y las pericias consiguieron determinar que el
desgaste de los juegos era alarmante; sin embargo, nadie fue señalado como
responsable directo.
Existe un
especial miedo casi cultural a que los maleantes queden impunes, aunque muchas
de las personas que han debido atravesar casos como el de la pobre Florencia
Mesa aseguran que después de unos años la lucha se enfoca en que no haya más
víctimas y no en una mera venganza al
mejor estilo la ley del talión. La impunidad es
grave porque demuestra que la justicia no es perfecta y eso deja en evidencia
que el Estado no nos puede proteger siempre y que tampoco puede garantizarnos
soluciones a todos nuestros problemas sociales.
Es importante subrayar que la impunidad no
siempre responde a la falta de principios por parte de las autoridades, sino
que puede surgir como consecuencia de un crimen muy bien planeado, que no deje
las suficientes pruebas como para que se siga el rastro de sus
autores. Nos dice Wikipedia: “Impunidad es una excepción de castigo o escape de la sanción que implica una falta o delito.
En el derecho internacional de
los derechos humanos, se refiere a la imposibilidad de llevar a los violadores
de los derechos humanos ante la justicia y, como tal,
constituye en sí misma una negación a sus víctimas de su derecho a ser
reparadas. La impunidad es especialmente común en países que carecen de una
tradición del imperio de la ley,
sufren corrupción política o tienen arraigados sistemas de mecenazgo político, o donde el poder judicial es débil o las fuerzas de seguridad
están protegidas por jurisdicciones especiales o inmunidades.
El Conjunto de principios para la
protección y la promoción de los derechos humanos mediante la lucha contra la
impunidad, promulgado por la Comisión
de Derechos Humanos de las Naciones Unidas el 8 de febrero de 2005,
define la impunidad como:
[L]a inexistencia, de hecho o de
derecho, de responsabilidad penal por parte de los autores de violaciones, así
como de responsabilidad civil, administrativa o disciplinaria, porque escapan a
toda investigación con miras a su inculpación, detención, procesamiento y, en
caso de ser reconocidos culpables, condena a penas apropiadas, incluso a la
indemnización del daño causado a sus víctimas.1
El primer
principio del mismo documento establece que:
La impunidad
constituye una infracción de las obligaciones que tienen los Estados de
investigar las violaciones, adoptar medidas apropiadas respecto de sus autores,
especialmente en la esfera de la justicia, para que las personas sospechosas de
responsabilidad penal sean procesadas, juzgadas y condenadas a penas
apropiadas, de garantizar a las víctimas recursos eficaces y la reparación de
los perjuicios sufridos de garantizar el derecho inalienable a conocer la
verdad y de tomar todas las medidas necesarias para evitar la repetición de
dichas violaciones.”
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