El Estado Gendarme
Guillermo García Machado
Sacamos de worlspress.com las
siguientes notas sobre el Estado Gendarme.El liberalismo profesa una exagerada
creencia, muy rousseauniana, en la bondad natural del hombre. Recordemos, de
paso, que el pensador ginebrino suponía un lejano y utópico pasado en el cual
los hombres vivían en contacto con la naturaleza y con una libertad ilimitada.
Pero la sociedad ha corrompido al hombre y le ha limitado su libertad. Nos
queda como recurso mágico, que en realidad no resuelve nada, el pretendido
contrato social. Es el caso de que la libertad, pseudo – libertad de hacer lo
que venga en gana se concibe como ausencia de trabas, cuando en rigor, la
verdadera libertad, es una facultad de dirigirse hacia el bien por motivos racionales.
La organización política del Estado – gendarme reduce la función de gobierno a
la sola y pobre tarea de vigilar el orden policial externo. La célebre Ley
Chapilier, típicamente liberal, prohibía toda clase de asociación, creyendo
proteger, en esa forma, la originaria condición libérrima de los hombres. Al
derribarse los sindicatos, las instituciones religiosas de beneficencia, las asociaciones
económicas y culturales de la estructura social, sobrevino la competencia desenfrenada
con el triunfo de los más poderosos. El Estado parecía un ancho solar por el
que vagaban como fantasmas los individuos. La lucha de todos contra todos
convirtió al hombre en lobo del hombre. Entregado a su propia debilidad, el
individuo se mantuvo como ente fungible, aislado, hostil a toda forma de comunidad.
Los campesinos fueron desposeídos de sus tierras; los obreros fueron explotados
por el sistema del sudor, considerando su fuerza de trabajo como mercancía
sujeta a la ley de oferta y demanda; los pequeños comerciantes y la clase media
padecieron servidumbre. ¿Y el Estado? El Estado – gendarme vigilaba, con neutralidad
de espectador, la enorme y atroz injusticia. Una libertad imposible, carente de
los medios necesarios para realizarse y protegerse, terminó por amargar la
conciencia de los ingenuos que creyeron en las promesas de la demagogia liberal.
Se confundió el individualismo con la liberación y el aislamiento con el
triunfo sobre la opresión. La multitud miserable fue fácil presa de los audaces
sin escrúpulos. La doctrina de la plena autonomía individual, aplicada a la
vida social, condujo a la explotación del hombre por el hombre y a la pérdida
de la auténtica libertad. El Estado – gendarme del liberalismo contempla a la
sociedad como un agregado de simples átomos que se yuxtaponen mecánicamente. Al
individuo se le concede todo, a la sociedad nada, como no sea el derecho
puramente policíaco. Y esto, a pesar de que todos somos buenos por naturaleza
sin necesidad de coacción, según reza el dogma de Juan Jacobo. Confundiendo la
libertad psicológica con la moral, los liberales no advierten que el libre albedrío,
libertad de especificación (hacer esto o aquello), libertad de contradicción,
(obrar o no obrar), libertad de contrariedad (elección entre dos cosas contrarias),
no significa, como simple hecho psíquico, que tengamos que hacer el mal cuando
nos venga en gana. Libertad, en su sentido genuino, es libertad de pasiones. Lo
demás es defecto del libre arbitrio o pura retórica de plazuela, de aquélla que
señaló el poeta: Libertad, libertad, el necio hombre, cuanto delito cometió en
tu nombre. La confusión de la libertad psicológica con la moral ha abierto la
puerta a todos los crímenes y maldades. La libertad moral de pensar y enseñar
el bien y la verdad, las doctrinas probables y los actos indiferentes, están
reñidas con el libertinaje que incita al mal y a la mentira; que insulta, calumnia
y delinque. Corresponde a la autoridad, en estricta justicia, combatir los
vicios que cunden en daño de la misma sociedad. Pero es menester sobrepasar el
Estado liberal para reconocer esta positiva tarea de la autoridad. De ser
consecuente con sus principios, el Estado liberal tendría que dejar en libertad
a los enemigos de la sociedad entera y a los enemigos de la misma libertad. Dentro
de la concepción política del Estado – gendarme, el propietario puede usar y
abusar de su propiedad aun con menoscabo del bien común. El absentismo puede
estar a la orden del día. Los monopolios y la usura podrán prosperar a costa de
la felicidad de los pobres. El inmoderado lujo de unos cuantos florecerá sobre
el pauperismo general.
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