El absolutismo
Guillermo García Machado
Siempre habrán formas de gobierno que ratifiquen nuestra
predilección por la democracia, basta para ello descubrir lo que nos muestra el
absolutismo. Este último es un sistema de gobierno absoluto, en el cual el poder reside en una única persona que manda sin rendir cuentas a un parlamento o la sociedad en general. El absolutismo fue muy usual desde el siglo XVI hasta la primera mitad del XIX, cuando diversas revoluciones lo derrocaron. Si
bien cualquier gobierno con total dominio de poder podría considerarse
absolutista, en el sentido claro del concepto se hace referencia a las monarquías absolutas que
gobernaron Europa entre los siglos XVI al XVIII. Los orígenes del absolutismo
tienen lugar en Francia,
donde se desarrolló la teoría
del derecho divino del poder real. Esta postura supone que ciertas
personas han sido elegidas por Dios para
ejercer el gobierno.
Incluso, en las versiones más radicalizadas, se considera al monarca como el
propio Dios. Bajo esta forma de gobierno, el rey
es la ley, ya que es quien decide qué cosas y cómo pueden hacerse. Las
leyes son dictadas de acuerdo a sus intereses y a los de la nobleza, que
aconseja al rey aunque éste siempre tome la última decisión. Por lo general, el
rey absolutista mantiene un trato
paternal con el pueblo, aunque muestra su despotismo cada vez que es
necesario.
El rey absolutista ocupa su trono de manera vitalicia. El poder es hereditario: cuando muere el rey,
su hijo ocupa su lugar. El rey también maneja
la iglesia, en especial su parte administrativa y lo relacionado a las
riquezas. Las cuestiones vinculadas a la fe y las creencias quedan a cargo del
clero. Más allá de que el poder se centralice en una única persona, el régimen
absolutista cuenta con burócratas
y funcionarios públicos que se encargan del correcto funcionamiento
del sistema, embajadores y delegados que
firman tratados comerciales y de guerra con otras regiones y un ejército que mantiene
el orden.
Existe una frase que se ha hecho sumamente famosa y que define
claramente este concepto. Dice “El Estado soy yo” y se le ha adjudicado a Luis
XIV de Francia quien estaba tranquilo en su trono pues sabía que no existían
límites jurídicos ni de ninguna otra índole que se interpusieran entre sus
ideas y la práctica de las mismas. Es importante por tanto aclarar que en el
siglo XVI hubo una fuerte reivindicación del concepto de nacional,
lo cual fue fundamental para la fundación de las monarquías absolutas, donde el
mandatario pertenecía a ese territorio y gobernaba sobre todo él. Además, el
rey se comprometía a levantar una Iglesia
Nacional que reuniera a todos los habitantes del territorio y
velara por sus intereses morales. De todas formas, este último punto nunca pudo
llevarse completamente a la práctica, dado que muchos soberanos se mantuvieron
fieles a los mandatos de Roma. De todas formas, hubo otros que no lo hicieron y
de este modo surgieron ciertas reformas en
la iglesia que llevarían al nacimiento de las Iglesias
Nacionales. Quienes encabezaron este
movimiento nacionalista fueron los soberanos Lutero
y Calvino, quienes en su teoría sobre el origen divino del poder real
consiguieron separarse de lo establecido por la iglesia romana. Con el poder
absoluto en su jurisdicción,
los monarcas podían anular los derechos de pueblos enteros y, de este modo,
ejercían su absolutismo. Este concepto que había surgido como la negación del
feudalismo, no difiere en gran medida de éste: con una ley divina y una ley
natural controlaban el accionar de todo el pueblo. Como el absolutismo no representaba los intereses del pueblo y se había
dividido profundamente la clase gobernante de quienes eran gobernados por ella,
fueron necesarias diversas revoluciones que
llevarían a la formación de los diversos Estados, integrados por personas
surgidas de la comunidad, que representaran sus intereses y que no se separaran
de ésta. Lamentablemente, el ansia de poder y el abuso que el ser humano hace
sistemáticamente de él siempre se hacen presente, por eso pese a que las
monarquías absolutas han sido desintegradas, continúan surgiendo gobiernos
absolutistas, las dictaduras son un
ejemplo de ello.
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