Seguiremos esperando
Guillermo García Machado
Entender lo que pasa en Venezuela, donde dos visiones de país,
diametralmente opuestas, con la simpleza del caso, tan sólo aspiran exprimirle
el jugo a la naranja, entendiendo que la fruta aludida representa el poder,
jamás podríamos expresar por esta vía unas pocas palabras que resumieran buenos
augurios. Efectivamente, mientras tenemos quince cadáveres ingresando en la morgue
de Caracas en forma diaria; mientras tenemos la carestía de alimentos básicos
más alta registrada en la era republicana; mientras tenemos una burocracia
protegida por planes de seguros que representan una altísima erogación por
parte del gobierno venezolano; mientras tenemos, en contraste con lo anterior,
unos hospitales en el suelo, edificaciones en estado precario, insumos
desaparecidos y médicos sometidos al terror de las fuerzas extrañas que abundan
en estos tiempos, salvo que Usted se gradúe en la Bolivariana y termine
vendiendo certificados médicos en un centro comercial citadino; mientras
tenemos que hacer largas colas para adquirir los elementos de la cesta básica;
mientras tenemos a la guerrilla colombiana conviviendo con nosotros en las
capitales del país; mientras tenemos que hacer magia para adquirir dólares
baratos para su uso en el exterior; mientras tenemos declaraciones de
funcionarios públicos que reconocen la fuga de divisas con el subterfugio de
empresas de maletín; mientras tenemos una concentración de poderes en quien le
corresponde dirigir los destinos del país; mientras tenemos una impunidad
galopante donde el entarimado judicial sólo funciona cuando se trata de
perseguir a un disidente; mientras tenemos una cantidad de funcionarios cuya
investidura sobrepasa el término legal establecido; mientras tenemos la peor
crisis financiera de la empresa más importante de Venezuela, entiéndase PDVSA;
mientras tenemos repetición de accidentes en las instalaciones petroleras,
cuyas causas siempre son atribuidos a la madre naturaleza; mientras tenemos una
realidad mediática subsumida en las garras del Estado; mientras tenemos la
constante violación de los preceptos constitucionales por la simple banalidad
de convertirnos en un Estado socialista, a pesar de haberse manifestado
claramente en contra el soberano; mientras tenemos que hacer malabares para
conseguir medicinas, cualquiera que sea su prescripción, siendo así que la cosa
se pone difícil hasta para obtener unas pastillitas contra el catarro común;
mientras tenemos un país dividido en dos grandes toletes y no hay forma que sus
líderes se sienten en una mesa a dialogar; mientras tenemos un estado de cosas
donde el odio le de perfil propio a la conducta política del venezolano.
Mientras todo ello ocurre, tenemos que el palacio legislativo, el mismo donde
deben darse los mejores debates en procura de las mejores soluciones para los
problemas que aqueja al venezolano de a pie, por aquello que siento una gran
diferencia entre cualquiera de nosotros y los privilegios que le asisten a un
señor legislador de estos tiempos, sea más bien el centro de violencia y
corrupción más notorio de nuestro quehacer político, sin poder olvidar como un
“honorable” diputado es capaz de destacar sin ningún desparpajo la supuesta
homosexualidad de un compañero de trabajo, todo ello porque el disidente no es
un simple adversario, sino un enemigo al que hay que eliminar utilizando las
instituciones del Estado. Mientras todo ello rompa el aspecto cíclico de la
política, en cualquiera de sus matices, no nos toca otra que seguir esperando.
Adelante Venezuela!
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