El culto a la personalidad
Guillermo García Machado
Rendirle
culto a un caballo, a una mata, a una
vaca y considerarla, además, como un ente sagrado, está dentro de las cosas
cuasi normales, que han estado a nuestro alcance como algo visto en la
historia. El panorama internacional ha vuelto a poner en la palestra
una peligrosa tendencia, que se creía superada, en las experiencias vividas por
tantos países en el siglo pasado: El culto a la personalidad de gobernantes
como estrategia de perpetuación en el poder. En el siglo XX casi una tercera
parte de las naciones, dejaron en los pueblos huellas imborrables de lo que
significa delegar el poder en un hombre, y estas se dieron en dos aparentes
extremos: El socialismo y el fascismo, que a la postre habrían de dejar en la
memoria de los pueblos el supuesto criterio de derecha e izquierda, donde se
vende la idea de que la izquierda está con el pueblo y la derecha contra él, en
una copia de los criterios dados por el comunismo mundial para favorecerse con
la aceptación de la mayoría del pueblo. El culto a la personalidad se dio con
fuerza en la UNION SOVIÉTICA con Lenin, y Stalin, principalmente, en CHINA con
Mao Tse Tung, en ALBANIA con Enver Hoxa, Yugoeslavia con el mariscal Tito, en
CUBA con Fidel Castro; pero también se dio con Hitler, Mussolini y Franco un
esquema similar, donde grandes fotografías y un alto número de estatuas
recordaban al jefe máximo, mientras juventudes, ejércitos y gran cantidad de
adeptos estaban permanentemente uniformados y con banderas para declarar al
unísono su adhesión al supremo líder. Posiblemente colocar en un sólo párrafo
las tendencias socialistas y las fascistas generará escozor en más de uno, pero
la realidad es la inmensa similitud psicológica, e incluso ética, de estos
ejemplos de representantes del culto a la personalidad. Será motivo de muchos
artículos profundizar en similitudes, entre las cuales están el alto grado de
intolerancia que genera oleadas de propaganda contra los detractores, o su
condena a la cárcel, la repatriación e incluso la muerte. Pero lo más
importante, a excepción de Cuba, probablemente, por el hecho de no conocerse la
muerte de su dirigente máximo, y China donde se ha desarrollado estrategias
continuistas y modificaciones sustanciales a su política, todos sucumbieron con
la muerte de los principales dirigentes y volaron en pedazos como naciones,
generándose profundas divisiones hasta encontrar nuevamente su cauce. Y algo
más, podría decirse con argumentos claros, que en
todos estos dirigentes se dio algún tipo de patología, y cuando
menos, fueron expresiones de un narcisismo acendrado que les hacía creer que ellos solos
eran el mundo y a su lado sólo había seres inferiores. A diferencia de la propaganda, cuyo objetivo es diseminar la ideología
del régimen, el propósito del culto a la personalidad es reforzar la posición
política del líder. El mensaje detrás del culto de la personalidad radica en lo
que sigue: "En este régimen la única persona que importa soy yo".
El término fue acuñado y descrito en 1956 por
el Secretario General del Partido
Comunista de la Unión Soviética Nikita Sergeyevich Khrushchev, en un discurso denunciando a Stalin en el XX Congreso del Partido. Por tratarse de un concepto en
un marco histórico y político muy concreto, es impreciso describir con él,
fenómenos antiguos como el culto al Faraón egipcio o el culto estatal al César en el Imperio romano (46 a. C.), si bien podemos
señalar en la misma dinámica tipificada por
Stalin, tales como la Alemania
nazi con Adolf Hitler. De todas formas,
es desde entonces, usado en muchas ocasiones de forma acusatoria o peyorativa
para describir a un líder o mandatario que comparte algunas de las
características plasmadas ut- supra.
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