Sombras nada más
Guillermo García Machado
Cuando vemos que los gobiernos
acceden al poder por la vía electoral sentimos un gran alivio, por aquello del
espíritu guerrerista que invade nuestra esencia latinoamericana, cada vez que
no nos gusta el político de turno. En el caso que nos entretiene, vemos muchas
sombras, aún en el esplendor del día, con el agravante de hacerse públicos y notorios
los problemas domésticos ante el
contexto internacional, sin que se vislumbre la posibilidad de poner en
ejercicio un gobierno donde se respete a los que piensan distinto y se busque
el diálogo como instrumento de búsqueda a las soluciones más urgentes en aras
de atajar y solucionar los grandes conflictos que nos atañen a todos y que cada
vez se agravan irremediablemente, por cuanto que el sectarismo ha impedido e
impedirá la racionalidad y la eficiencia como instrumentos válidos en el
quehacer político-administrativo. Siempre hemos pensado que los trapos sucios
se lavan en casa, pero la realidad nos demuestra, como en el caso de Venezuela,
cada uno de nuestros trapos, incluyendo los limpios, tienen una inmediata
connotación nacional e internacional, sin que podamos evitar la censura de
todos aquellos gobiernos donde priva el sentido democrático, observando con mucho
interés la reacción de los parlamentos: peruano, uruguayo, paraguayo,
demostrando, además, los gobiernos de corte socialista del hemisferio, que
resulta prioritario evitar cualquier manifestación autoritaria, así emanen del
país que ha liderizado una revolución cuyas bondades aún están por verse, a
pesar de los grandes sacrificios económicos del pueblo venezolano al haber
asumido, sin la debida consulta, el costo total de la exportación de tan
cacareada revolución. En tal sentido tenemos que tanto la presidenta argentina,
Cristina Fernández, como la presidenta brasileña Dilma Rousseff, reaccionaron
al unísono en cuanto a la necesidad de corroborar la transparencia del proceso
electoral venezolano, con el particular apoyo a la realización de las auditorias que fueran necesarias para demostrar la fidelidad de los resultados
electorales presentados por el Consejo Nacional Electoral. Mientras todo ello
ocurría, el ejecutivo cargaba sus baterías contra Obama, acusándolo de
injerencia en los asuntos de Venezuela, contra atacaba al ex presidente Uribe de
Colombia, quien siempre busca la oportunidad para exteriorizar sus pareceres
muy particulares en cuanto a la situación de la democracia venezolana,
olvidando el señor Maduro la solidaridad que priva en cada uno de los neogranadinos,
quedando obviado el impasse diplomático por la rápida intervención de las
respectivas cancillerías, siendo muy claro el apoyo incondicional del
presidente Santos para con el ex presidente Uribe. En el mundo interior las
sombras también jugaban papel de importancia a la hora de escuchar el juego
dialéctico del señor Maduro, sobre todo
para referirse al gobernador del Estado Miranda, Henrique Capriles, siendo
innecesario repetir los epítetos y demás adornos gramaticales usados por el
detentador del poder contra su ex adversario en las discutidas elecciones del
pasado mes de abril. Tampoco podemos olvidar las grotescas palabras usadas
contra el Alcalde Metropolitano de Caracas, Antonio Ledezma, quien de inmediato
se defendió con su acostumbrada locuacidad, poniendo en su sitio a las
impertinencias contenidas en un discurso grotesco y muy propio del que pretende
dividir para seguir reinando. Es decir,
no necesitamos esperar la noche para estar dominados por las sombras sembradas
por un interlocutor que pretende emular a su antecesor, cuando podemos afirmar
que el monstruo político de Sabaneta no admite réplica alguna y mucho menos por
alguien que llegó al poder por la vía de la sucesión monárquica, antes que la
meritocracia que impone el juego democrático. La sombra mayor la impulso el capítulo
especial donde el protagonismo se lo adjudicó la parlamentaria peruana Lourdes
Alcorta, (Vicepresidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores), quien, ante
el análisis del acontecer político venezolano, calificó al Sr. Maduro como un
orangután, no habiendo aclarado el origen real de la comparación en uso,
presumimos que no lo haya hecho por las coincidencias físicas de los seres
comparados.
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