Saturday, July 21, 2012

Brasil: No solo es llegar, hay que mantenerse Guillermo García Machado


Brasil: No solo es llegar, hay que mantenerse
Guillermo García Machado
En octubre de 2008, cuando el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva predijo que el tsunami financiero que asolaba las economías de Europa y de EEUU no sería más que una "marejadilla" si llegaba a Brasil, fue objeto de críticas: dentro y fuera del país. Más tarde, sus opositores tuvieron que reconocer la clarividencia económica de Lula, un ex obrero metalúrgico, cuando el Gobierno inundó con abundante crédito una economía floreciente, haciendo que creciera un 7,5% en 2010. "Brasil takes off" [Brasil despega] fue el titular de la portada de Economist en aquella época mientras un generoso flujo de capital extranjero entraba en el país. Empresas e individuos invertían en una economía cada vez más impulsada por los 30 millones de nuevos consumidores recién salidos de la pobreza. Hoy, Brasil disfruta de un índice récord de confianza del consumidor respaldado por un casi pleno empleo y ganancias reales de salario a ritmo acelerado. Hay un optimismo creciente porque se han encontrado en el país las mayores reservas de petróleo de las Américas en tres décadas; al mismo tiempo, muchas ciudades del gigante latinoamericano están en obras en preparación para la Copa del Mundo y para los Juegos Olímpicos de 2016. Pero en los últimos meses, la historia de éxito de Brasil ha perdido un poco de brillo. El año pasado, el PIB tan solo creció un 2,5%. La expansión en el primer trimestre del año fue de sólo un 0,8% en medio de una serie de revisiones a la baja de las previsiones del PIB para este año y el próximo. Los exportadores se vieron golpeados por una moneda sobrevalorada, mientras las tasas de interés dificultan el crecimiento de las empresas locales en todos los sectores de la economía. En octubre del 2008, Lula da Silva predijo que el Tsunami financiero que asolaba Europa y los estados Unidos no sería mas que una marejadilla si llegaba al Brasil. Brasil supo escapar de los efectos del colapso financiero mundial de 2008, por eso, para muchos brasileños es incorrecto o incluso temerario decir que la economía del país está sufriendo un profundo desgaste. En octubre de 2008, cuando el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva predijo que el tsunami financiero que asolaba las economías de Europa y de EEUU no sería más que una "marejadilla" si llegaba a Brasil, fue objeto de críticas dentro y fuera del país. Más tarde, sus opositores tuvieron que reconocer la clarividencia económica de Lula, un ex obrero metalúrgico, cuando el Gobierno inundó con abundante crédito una economía floreciente, haciendo que creciera un 7,5% en 2010. "Brasil takes off" [Brasil despega] fue el titular de la portada de Economist en aquella época mientras un generoso flujo de capital extranjero entraba en el país. Empresas e individuos invertían en una economía cada vez más impulsada por los 30 millones de nuevos consumidores recién salidos de la pobreza. Hoy, Brasil disfruta de un índice récord de confianza del consumidor respaldado por un casi pleno empleo y ganancias reales de salario a ritmo acelerado. Hay un optimismo creciente porque se han encontrado en el país las mayores reservas de petróleo de las Américas en tres décadas; al mismo tiempo, muchas ciudades del gigante latinoamericano están en obras en preparación para la Copa del Mundo y para los Juegos Olímpicos de 2016. Pero en los últimos meses, la historia de éxito de Brasil ha perdido un poco de brillo. El año pasado, el PIB tan solo creció un 2,5%. La expansión en el primer trimestre del año fue de sólo un 0,8% en medio de una serie de revisiones a la baja de las previsiones del PIB para este año y el próximo. Los exportadores se vieron golpeados por una moneda sobrevalorada, mientras las tasas de interés dificultan el crecimiento de las empresas locales en todos los sectores de la economía. Después de tantos elogios por el rendimiento estelar de 2010, el Gobierno brasileño señala ahora a la profundización de la crisis en la Unión Europea, mayor socio comercial de Brasil, como la gran culpable de la desaceleración económica. Otros observan con nerviosismo el lento crecimiento económico de China, el segundo mayor destino de las exportaciones brasileñas, ya que la producción industrial brasileña es un fiel reflejo de las exportaciones chinas. El éxito del país es fruto de los esfuerzos valientes hechos con el objetivo de salir de las ruinas de la crisis de la deuda y de la hiperinflación de los años 90. El Plan Real (una serie de medidas tomadas por el Gobierno para estabilizar la moneda), las metas de inflación y la ley de responsabilidad fiscal permitieron, de forma paulatina, que Brasil alcanzara un equilibrio financiero que jamás había tenido en décadas, explican los analistas. 

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