Visceral
Guillermo García Machado
Inmiscuyendonos en los
avatares de la política de los Estado Unidos de América y la conocida actitud
de desconocer los resultados electorales que se produjeron el 3 de Noviempre
del año en curso, debo señalar que visceral es un
adjetivo que hace referencia a aquello perteneciente o
relativo a las vísceras. Las vísceras, por otra parte, son
los órganos que
están contenidos en las cavidades del cuerpo humano o de los animales, sigamos adelante:
Lo visceral
aparece vinculado a una reacción emocional muy
intensa, que brota de lo más profundo del interior de la
persona (de allí esta denominación). Se trata de algo que el sujeto casi no
puede evitar, ya que está encarnado en su interior y que escapa a la razón o la
lógica.
Por
ejemplo: “Hay opositores que sienten un odio visceral hacia a este
gobierno o los fanaticos de un partido sienten odio visceral sobre los miembros
del partido que triunfo en determinado proceso electoral”, “Al enterarse de la noticia, Mario sintió que una furia
visceral se adueñaba de su ser y comenzó a gritar”, “Irma no esperaba una reacción tan visceral por parte de su
marido, quien estrelló la copa contra la pared”.
Las reacciones
viscerales suelen concretarse sin ningún tipo de filtro o control. Por eso es
común asociarlas a la violencia o al
exabrupto, lo que muchas veces provoca un profundo arrepentimiento en quienes
las sufren.
El concepto
también se utiliza para calificar a la persona
que suele dejarse llevar por este tipo de reacciones o respuestas: “Lautaro es un hombre visceral y cerrado al diálogo”, “Me da miedo contarle la verdad: mi padre es muy visceral y
no creo que pueda entender la situación”.
Tanto los
brotes espontáneos de ira como
las personalidades formadas
en torno a la sinceridad extrema escapan de los modelos de conducta que la
sociedad espera encontrar. Por lo general, se nos educa con una serie de
estructuras que nos impiden expresar lo que sentimos constantemente; se nos
entrena para reservar este grado de apertura para ciertos momentos muy
particulares, muy íntimos. Para atravesar el día a día, las personas
consideradas normales deben hacer uso de la mentira y de la
falsedad para (según hemos aprendido) evitar herir a quienes nos rodean.
Estamos
programados para dejar la sinceridad como
último recurso, y esto lo justificamos de muchas maneras: si nuestros
empleadores nos explotan y se abusan psicológicamente de nosotros, no los
enfrentamos porque la crisis económica vuelve difícil encontrar trabajo; si
nuestros amigos no nos apoyan cuando más los necesitamos, a pesar de exigirnos
que estemos para ellos el cien por ciento del tiempo, decimos que cada uno es
como es y que lo compensan con sus rasgos positivos.
Un ser humano
normal teme las reacciones viscerales porque las asocia a la
violencia, la materia tabú por excelencia, a pesar de ser el rasgo
más característico de nuestra especie: matamos animales de maneras
absolutamente antinaturales para comerlos, declaramos la guerra a otras
personas en lugar de buscar entendernos a través de lo
que supuestamente nos distingue del resto de los seres vivos, talamos
árboles indiscriminadamente para inmortalizar nuestra sabiduría… Hacemos todo
esto y ¿tememos a quien ataca a su jefe luego de meses sin cobrar su sueldo?
En un mundo
sin represión, es muy
probable que disminuyera la violencia, dado que nadie acumularía frustraciones
a lo largo de su vida. Si no nos gustara el trato recibido en una compañía, lo
expresaríamos y nos iríamos; saludaríamos solamente a quienes nos agradaran;
seríamos nosotros mismos, sin brotes, sin abusos.
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