Sunday, November 22, 2020

 

Visceral

Guillermo García Machado

 

Inmiscuyendonos en los avatares de la política de los Estado Unidos de América y la conocida actitud de desconocer los resultados electorales que se produjeron el 3 de Noviempre del año en curso,  debo señalar que visceral es un adjetivo que hace referencia a aquello perteneciente o relativo a las vísceras. Las vísceras, por otra parte, son los órganos que están contenidos en las cavidades del cuerpo humano o de los animales, sigamos adelante:

Lo visceral aparece vinculado a una reacción emocional muy intensa, que brota de lo más profundo del interior de la persona (de allí esta denominación). Se trata de algo que el sujeto casi no puede evitar, ya que está encarnado en su interior y que escapa a la razón o la lógica.

Por ejemplo: “Hay opositores que sienten un odio visceral hacia a este gobierno o los fanaticos de un partido sienten odio visceral sobre los miembros del partido que triunfo en determinado proceso electoral”“Al enterarse de la noticia, Mario sintió que una furia visceral se adueñaba de su ser y comenzó a gritar”“Irma no esperaba una reacción tan visceral por parte de su marido, quien estrelló la copa contra la pared”.

Las reacciones viscerales suelen concretarse sin ningún tipo de filtro o control. Por eso es común asociarlas a la violencia o al exabrupto, lo que muchas veces provoca un profundo arrepentimiento en quienes las sufren.

El concepto también se utiliza para calificar a la persona que suele dejarse llevar por este tipo de reacciones o respuestas“Lautaro es un hombre visceral y cerrado al diálogo”“Me da miedo contarle la verdad: mi padre es muy visceral y no creo que pueda entender la situación”.

Tanto los brotes espontáneos de ira como las personalidades formadas en torno a la sinceridad extrema escapan de los modelos de conducta que la sociedad espera encontrar. Por lo general, se nos educa con una serie de estructuras que nos impiden expresar lo que sentimos constantemente; se nos entrena para reservar este grado de apertura para ciertos momentos muy particulares, muy íntimos. Para atravesar el día a día, las personas consideradas normales deben hacer uso de la mentira y de la falsedad para (según hemos aprendido) evitar herir a quienes nos rodean.

Estamos programados para dejar la sinceridad como último recurso, y esto lo justificamos de muchas maneras: si nuestros empleadores nos explotan y se abusan psicológicamente de nosotros, no los enfrentamos porque la crisis económica vuelve difícil encontrar trabajo; si nuestros amigos no nos apoyan cuando más los necesitamos, a pesar de exigirnos que estemos para ellos el cien por ciento del tiempo, decimos que cada uno es como es y que lo compensan con sus rasgos positivos.

Un ser humano normal teme las reacciones viscerales porque las asocia a la violencia, la materia tabú por excelencia, a pesar de ser el rasgo más característico de nuestra especie: matamos animales de maneras absolutamente antinaturales para comerlos, declaramos la guerra a otras personas en lugar de buscar entendernos a través de lo que supuestamente nos distingue del resto de los seres vivos, talamos árboles indiscriminadamente para inmortalizar nuestra sabiduría… Hacemos todo esto y ¿tememos a quien ataca a su jefe luego de meses sin cobrar su sueldo?

En un mundo sin represión, es muy probable que disminuyera la violencia, dado que nadie acumularía frustraciones a lo largo de su vida. Si no nos gustara el trato recibido en una compañía, lo expresaríamos y nos iríamos; saludaríamos solamente a quienes nos agradaran; seríamos nosotros mismos, sin brotes, sin abusos.

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