Amarillismo
Guillermo García Machado
La idea
de amarillismo aparece en
el terreno del periodismo. Se trata del
estilo que tienen aquellos periodistas que apuestan por el sensacionalismo: es decir, que intentan
generar sensaciones o emociones con el material que presentan.
A la prensa
que se dedica al amarillismo se la conoce como prensa amarilla. Este tipo de publicaciones
privilegia el impacto y
siempre pretende llamar la atención. Por lo general se interesa más por las
formas que por la calidad del contenido.
A nivel
general, puede decirse que el amarillismo se caracteriza por los titulares de gran tamaño y las fotografías explícitas. El lenguaje suele
ser informal o incluso vulgar, incluyendo muchas veces opiniones o juicios de
valor que generan polémica.
Los accidentes, los hechos policiales y los problemas de pareja son las temáticas
más frecuentes del amarillismo. En lugar del análisis de la información o de la
investigación rigurosa, estas publicaciones, programas radiales y televisivos
suelen darle preponderancia a las frases, los rumores y las imágenes que causan
conmoción. Informar, de este modo, queda en un segundo plano, detrás de la
intención de impactar.
Tomemos el
caso de un choque entre dos vehículos que causa la muerte de dos personas. Un periódico
que intenta realizar una cobertura seria puede titular “Accidente en la autopista: dos personas pierden la vida” y
publicar la foto de los dos automóviles destruidos. Un diario amarillista, en
cambio, titulará “¡Terrible! Un choque
provoca dos muertes: los cuerpos quedaron irreconocibles”,
incluyendo en la nota una fotografía de los cadáveres en primer plano.
El amarillismo
también afecta de forma negativa cualquier emprendimiento por parte de las
grandes compañías de cualquier mercado de interés popular; por ejemplo,
ante la salida de un nuevo dispositivo electrónico, la prensa amarilla tiende a
publicar decenas de artículos vacíos de
contenido enfocados en sus defectos y en accidentes
que supuestamente provocaron en
los primeros usuarios, intentando generar en el público la idea de que la
empresa irá indefectiblemente a la quiebra a causa de su fracaso, aunque nada
de esto sea cierto.
A diferencia
de la prensa transparente y ética, que puede
ser la fuente de artículos que trasciendan su era y se inmortalicen por el uso
de la lengua o las ideas que presentan a sus lectores, el amarillismo parece
ver sólo el día a día, el impacto que puedan causar «hoy», sin importar qué
hará mañana. Hoy, por ejemplo, puede publicar que «un artista famoso se ha quitado la vida», para
desmentirlo mañana sin
pedir disculpas a sus lectores, como si no existiera el pasado.
Resulta muy
curioso que el amarillismo goce de tanta popularidad a pesar de ser atacado y despreciado por tanta gente, pero
esto habla del poder de la calumnia, de los
rumores, de las habladurías, que a veces despiertan el interés del más sensato.
A grandes rasgos podemos decir que hay dos tipos de personas opuestas a esta
clase de periodismo: las que se mantienen firmes en su decisión de no
consumirlo, y las que eventualmente le echan un vistazo con aire desinteresado.
En este último
grupo se encuentran aquellas personas que en sus momentos de ocio no se
resisten a un titular tal como «La actriz desvela toda
la verdad acerca de su separación» o «Te contamos por qué la empresa japonesa va camino a una
ruina segura»: no es que realmente se interesen por esas noticias,
sino que el lenguaje usado en los títulos en combinación con las fotografías
los atraen, aunque más no sea por un par de minutos. Si bien la verdad siempre
debería triunfar por sobre la mentira y las calumnias, el amarillismo ha
arruinado más de una carrera profesional, y por eso debemos evitarlo./ Julián
Pérez Porto y Ana Gardey.
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