ADAGIO
Guillermo García Machado
Adagio es una palabra que puede derivar de dos fuentes
etimológicas distintas: del latín adagĭum o del
italiano adagio. En el primer caso, el concepto
pertenece al terreno de la lingüística y
se emplea para nombrar a una expresión concisa que suele tener una enseñanza
moral y que resulta fácil de memorizar o aprender.
n ejemplo de adagio es “Más vale tarde que nunca”. En este caso, la
sentencia invita a actuar, aún cuando parezca que la oportunidad ya ha pasado.
El adagio propone salir de un estado pasivo para pasar a la acción, tal cual podría plantearse en estos momentos en Venezuela
para recuperar la democracia.
Los adagios son similares a los refranes, las máximas, los proverbios y los aforismos, entre otras clases de
expresiones. A nivel general puede decirse que funcionan como una guía ya que sugieren ciertas conductas, a veces
apelando al humor o a la ironía.
Cuando adagio proviene de la lengua italiana, su utilización se encuentra en el
terreno de la música. La
noción alude a un cierto tempo. El adagio
supone la ejecución de entre sesenta y setenta y dos negras por minuto.
Con respecto al concepto de tempo, esencial para comprender esta acepción
del término adagio, se trata de la velocidad a la cual se debe ejecutar una
obra musical. También se conoce con el nombre de aire o movimiento y
en una partitura es normal encontrar la indicación de esta velocidad al
comienzo de la pieza, sobre el pentagrama.
A lo largo de la historia, la forma de señalar
el tempo de una obra ha cambiado, ya
que el metrónomo (el aparato usado para asistir a los músicos en la ejecución o
en la lectura de una pieza a través de una división sonora del tiempo,
generalmente con un tic tacsimilar al de
un reloj) no fue adoptado de forma masiva hasta el siglo XIX. Una de dichas formas,
precisamente, se apoyaba en la inscripción de una palabra que diera una idea aproximada
del carácter o el “estado de ánimo” que el
compositor pretendía expresar a cada momento, y entre ellas se encuentran allegro, andante y, por supuesto, adagio.
Con la invención del metrónomo, que tomó varios
siglos hasta adoptar el diseño y la funcionalidad que conocemos en la
actualidad, fue posible hacer anotaciones mucho más precisas: por ejemplo,
cuántas negras deben ser ejecutadas por minuto. Si bien la música no debe ser
entendida de una forma mecánica e invariable, sino espontánea y natural, es
importante contar con esta información, para saber cómo desean los compositores que
reproduzcamos sus creaciones, independientemente de que luego imprimamos nuevos
matices en nuestra ejecución.
Si el adagio se encuentra como indicación
de tempo, entonces es muy común que también
exista un valor correspondiente al metrónomo; la forma de
interpretarlo varía según la época de la partitura, y por eso tenemos las
siguientes correspondencias: en una partitura antigua, el adagio equivale a 54
negras por minuto; con el uso de un metrónomo electrónico, hablamos de un rango
que va desde las 56 hasta las 78 negras por minuto; esta franja se encuentra
entre las 60 y las 72 negras por minuto si la partitura es contemporánea. Si la
comparamos otras indicaciones, adagio supone una mayor velocidad que largo, larghetto y grave, pero una menor que andante.
Por lo general, el adagio aparece en el segundo o
en el tercer movimiento de un concierto o de una sinfonía. Su duración es
variable ya que existen ejemplos que van de los tres a los quince
minutos. Ludwig van Beethovenes
el autor de uno de los adagios más conocidos: se trata del que podemos apreciar
en el primer movimiento de “Claro de luna”, una
sonata para piano que presentó en 1802.
No comments:
Post a Comment