ABYECTO
Guillermo García Machado
Recordando
a los malvados del siglo XX, entiéndase, Hitler, Stalin, asi como los malvados
del siglo XXI, Maduro y compañía, traemos a colación la palabra Abyecto, es
decir, Abiectus, el cual es un vocablo latino que procede del verbo abiicĕre, que puede traducirse como “depravar” o “humillar”.
El concepto llegó a nuestro idioma como abyecto,
un adjetivo cuya primera acepción mencionada por el diccionario de la Real Academia Española (RAE) refiere a aquel que
es ruin o malvado.
Por ejemplo: “Tenemos la obligación moral de combatir a este régimen abyecto que
desprecia los derechos humanos y hace que los ciudadanos vivan en condiciones
indignas”, “La comisaría del pueblo está a
cargo de un hombre abyecto al que no le interesa que se cumpla la ley”, “El comportamiento abyecto del jugador debe ser sancionado por el club”.
Abyecto es algo que
genera desprecio. Supongamos que una persona atrapa a un
perro, lo tortura, luego lo mata, y finalmente publica imágenes del proceso en
las redes sociales, donde celebra su propio accionar. El comportamiento de este
sujeto, sin dudas, puede ser calificado como abyecto.
La calificación también
se puede aplicar sobre los individuos que llevan a cabo acciones ultrajantes o dañinas. Si un juez dicta sus
fallos de acuerdo al soborno que les pide a los imputados, podrá ser definido
como un hombre abyecto. Se espera que un funcionario judicial actúe de acuerdo
a lo establecido por la ley: aquel que se aleja
de la legislación y además incurre en un delito con su accionar, no puede
impartir justicia. Por eso el juez que se desempeña en base a sobornos resulta ser alguien abyecto,
despreciable.
El adjetivo incluso se
aplica a cuestiones más abstractas, como un gobierno, un proyecto o un
contexto: “El recorte anunciado por las autoridades es abyecto
ya que deja a miles de personas sin cobertura social”.
Cabe mencionar que el
diccionario de la Real Academia Española incluye una segunda acepción, según la
cual el término abyecto puede
describir a una persona que haya sido humillada o cuyo orgullo
haya sido herido. Sin embargo, se trata de un significado que ha quedado en
desuso. La palabra abyecto, así como la
mayoría de las que sirven para elaborar su definición, pertenece a un grupo de
conceptos muy subjetivos y difíciles de
usar con precisión. A simple vista, la imagen de una
persona extremadamente vil y despreciable parece sacada de un cuento de hadas,
como si se tratara del personaje antagónico que desea someter a todo el reino a
su retorcida voluntad.
Sin embargo, no es
necesario llegar a la ficción ni a los casos más horrendos de violencia en los
periódicos para usar este adjetivo. Estamos rodeados de maldad, y muchas veces
la apoyamos, seamos o no conscientes de ello. Por otro lado, esta apreciación
va de la mano de una pregunta en principio sencilla: ¿es posible ser “muy
bueno” o “muy malo”?
Para responderla,
observemos los siguientes dos ejemplos de buenas acciones: una persona rescata
a un ave malherida y la acoge en su hogar hasta curarla por completo; otra
persona lleva comida y agua a un gato abandonado, pero no lo lleva a vivir con
ella. ¿Es posible calificar el grado de bondad de cada caso? Ambas personas dan
muestras de compasión, por lo cual debería bastar con eso para determinar que
“son buenas”. Sin embargo, seguramente tienen actitudes negativas en su día a
día, y esto vuelve más compleja la valoración de su moral.
En el caso de la
maldad, parece más sencillo calificar dos casos dados: una persona que maltrata
a un animal seguramente será descrita como peor que
otra que simplemente roba un teléfono móvil. Sin embargo, ¿no debería bastar la
evidencia de su “maldad” para advertir que ninguna de las dos es buena?
Evidentemente, no, ya que el ser humano puede alcanzar niveles de corrupción y falta de
empatía aterradores, y por eso es necesario contar con el adjetivo abyecto, para describir a aquellos cuyo accionar no puede
justificarse de ninguna manera.
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