Calamidad
Guillermo García Machado
A propósito de huracanes, tornados,
tormentas tropicales, entre otras cosas, la palabra calamidad procede
de la lengua latina: calamĭtas. El
concepto se emplea para hacer referencia a un desastre o una catástrofe que
afecta a una gran cantidad de individuos. Por ejemplo: “El terremoto del año 85 en
México fue una calamidad: hubo centenares de fallecidos y muchas familias
perdieron sus casas”, “Si
la empresa cierra sus puertas será una calamidad para todo el pueblo”, “¡No tenemos electricidad
desde hace cinco días! ¡Es una calamidad!”. El gobierno del
dictador Maduro es una calamidad.
La idea de
calamidad suele vincularse a un suceso trágico o muy
negativo. Supongamos que un tsunami arrasa con una isla, dejando muchos heridos
y muertos y destruyendo la infraestructura local. Puede decirse que este
fenómeno natural es una calamidad, o que provocó una calamidad en la población
insular.
En
ocasiones se emplea el término calamidad para mencionar una situación que
provoca un cierto dolor, angustia o incomodidad,
sin llegar a constituirse como una tragedia. Si el Club Atlético de Madrid pierde 8 a 0 con el Deportivo La Coruña, los futbolistas y los simpatizantes
del equipo perdedor pueden
considerar que el resultado es una calamidad. Este malestar, de todos modos, no
puede compararse con el sufrimiento que
atraviesan las víctimas de una verdadera tragedia.
Calamidad,
por último, puede referirse a un sujeto que es torpe, inepto o fastidioso: “¡Eres una calamidad! Otra vez te has olvidado de asistir a la reunión
con los directivos”, “Este camarero es
una calamidad, confundió todos los platos y los trajo fríos”, “Hoy estoy hecho una
calamidad, mejor me voy a dormir la siesta”.
La infelicidad o desgracia denota
un suceso desagradable, dañoso y perjudicial. Si esta desgracia es grande y se
extiende a infinito número de personas y a países dilatados se llama calamidad, que es propiamente un
infortunio público y general, tal como la guerra, la peste, las malas cosechas,
las erupciones de los volcanes o los terremotos.
El infortunio viene a ser una cadena de desgracias que no
provienen del hombre, pues que no ha dado motivo ellas por su conducta o
falta de prudencia; no por esto, sino por su mala suerte se cae en el
infortunio.
Comparando las dos voces desgracia y desdicha, diremos que la primera viene
a denotar el mal en sí, y la segunda además su efecto; el hombre llega a ser
desdichado a fuerza de sufrir desgracias. Estas pueden ser graves o leves, duraderas,
o como es lo común, pasajeras; las desdichas son graves, fuertes, duraderas, a
veces permanentes.
Lo que llamamos regularmente azote no es más que la calamidad,
con la diferencia de que las calamidades son las desgracias consideradas en sí
mismas, y el azote considerado como efecto de la providencia o del
castigo del cielo.
La plaga es muy semejante a la calamidad, como esta consiste en
un grave daño que atormenta a un país o nación entera, como sucedió en Egipto;
pero como la palabra plaga contiene en sí la idea además de copia o abundancia
de cosas nocivas, se diferencia en esto de la calamidad, y así diremos: plaga
de animales, de insectos, como langostas que devastan todo un país, y en
este sentido es en el que más comúnmente se entiende, dando además la idea de
cosa sucia, asquerosa, corrompida. La plaga será pues la causa y la calamidad
el efecto.
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