Elecciones
Guillermo García Machado
En un país como Venezuela hablar de
elecciones resulta sumamente manido y resulta, hasta parte de nuestra vida
cotidiana. Cosa distinta sucede cuando tenemos que referirnos a los resultados
que arrojan esos procesos electorales con excesiva intromisión del sector
políticamente dominante. Obviamente que encontramos una desigualdad tremenda
cuando el mismo organismo que dirige los distintos procesos electorales se
convierte en juez y parte cuando le confiamos nuestras desavenencias por los
resultados obtenidos, además, obviando cualquier precepto legal, contestan
cuando quieren, hacen lo que quieren y deciden siempre a favor de la causa
oficialista. En realidad las elecciones constituyen el método básico
democrático para elegir a quienes toman las decisiones en nuestro nombre,
haciéndolos responsables de sus decisiones. Para que las elecciones reflejen
genuinamente la voluntad popular, los votos tienen que transparentarse por
igual, los candidatos a cargos públicos deben hacer campaña libremente y en
esta, tiene que haber un "campo de juego nivelado", para el gobierno,
los partidos de oposición y los candidatos en la contienda electoral. La
mayoría de las infracciones a estos principios, se producen cuando los partidos
gobernantes o líderes se niegan a aceptar la posibilidad de que podría perder
sus cargos, y tratan de evitar que eso no suceda. Sin embargo, la celebración
de elecciones no hace a una democracia. La gente tiene poder influir en sus
representantes de forma continua, y comunicarse y organizarse con otros sobre
asuntos de interés común, independientemente del gobierno. Esto requiere una
afirmación de garantía de los derechos y libertades individuales,
particularmente de expresión, asociación y reunión. Estos, a su vez, requieren
de un poder judicial independiente para que los mantenga y confirme. También
importante es la existencia de medios libres de comunicación (prensa, radio,
televisión, Internet) para garantizar que se disponga de información
independiente sobre las acciones de los funcionarios públicos y para facilitar
la comunicación y organización entre los ciudadanos en la defensa y promoción
de sus intereses. Son también esenciales para la democracia, la economía básica
y los derechos sociales (un medio de vida mínimo, la atención de la salud y la
educación), ya que sin estos el derecho a participar en los asuntos públicos no
puede ser ejercido con eficacia. Es por esta razón que la democracia y los
derechos humanos pueden y tienen que ser vistos muy entrelazados. Ambos tienen
como premisa básica la igualdad de cada individuo, sin distinción de raza,
sexo, creencia personal o estilo de vida. La gata se sube a la batea cuando
tenemos que pasearnos por las elecciones de Nicaragua, Ecuador, Bolivia,
Venezuela, y pare Usted de contar, para darse cuenta que desaparece por arte de
magia la suerte de los principios electorales “mínimos” requeridos por la
verdadera democracia, con resultados electorales que parecieran no coincidir
con la verdadera expresión de la soberanía popular. Siendo además determinante
la contaminación de los distintos eventos electorales, por la salvaje y
abrumadora propaganda oficialista, con el uso de los recursos del Estado, poniendo en práctica el ventajismo que se
deduce por la compra de las voluntades políticas con el reparto de bienes, que
de una u otra forma equilibran la calidad de vida de los electores
beneficiados. ¿Quién no necesita una lavadora y una secadora en su casa? Pues
bien, hasta ahí llega la ventaja de los gobernantes que usan el orden material
para conquistar el voto de nuestra gente. El problema se magnifica cuando
reflexionamos sobre el camino a seguir, cuando tenemos un gobierno populista
con el dominio absoluto de todas las instituciones del Estado y nos llaman a un
nuevo proceso electoral, cualquiera sea su nivel.
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