¿Final Feliz?
Guillermo García Machado
Cuando estábamos aprovechando la presencia de toda la familia
alrededor de la santa mesa, saboreando un delicioso almuerzo dominguero, donde
cada hermano trae un postre distinto, y los nietos corren sin descansar; nos
llegaron las primeras noticias acerca de los resultados electorales, que se
producían en caliente dentro de la elecciones presidenciales más atípicas que
se hayan celebrado en la Patria de Simón Bolívar, siendo los mismos, muy
positivos, alrededor de la candidatura de Henrique Capriles Radonsky, quien se
montó en el hombro la responsabilidad de dirigir los destinos del país y en menos
de treinta días recorrió la exigente geografía nacional, con un mensaje directo,
coloreado con el progreso de todos los venezolanos, convirtiéndose de inmediato
en el guapo de la contienda, ya que el candidato del gobierno, Nicolás Maduro monto
su show sobre la figura del difunto presidente Chávez, con el apoyo de los
artistas que hicieron acto de presencia en los distintos mítines, al mejor
estilo de Sábado Sensacional o Don Francisco Presenta, sin que apareciera o
hiciera acto de presencia el proyecto de república que se le proponía al
electorado, pareciendo el referido proceso electoral un verdadero jolgorio
carnavalesco. Para colmo de males volvieron aparecer las consignas a favor de
Fidel Castro y su tierra natal y muchas fotos oficiales donde los despachos
oficiales estaban adornados con la bandera cubana, siendo así que nuestro
símbolo patrio se destacaba por su ausencia. Quiero contarles que las buenas
noticias electorales parecía agradar al contorno de las distintas
urbanizaciones y distintos barrios que conforman el urbanismo caraqueño y la
gente seguía haciendo acto de presencia en los distintos centros electorales, donde
orgullosamente pudimos observar la confluencia de todos aquellos ciudadanos que
quisieron demostrar su posición política, en donde cualquier diferencia de
votos podía dar la señal sobre un nuevo presidente en Venezuela, así obreros,
profesionales, jóvenes y viejos compartieron el orden establecido para
participar activamente en la fiesta electoral más atrevida que hemos vivido en
los últimos años, donde los candidatos se dijeron hasta del mal que les iba a
ocurrir, muchas veces con la arrogancia del calor electoral. No obstante, y con
la fuerza del poder, pudimos presenciar muchos abusos por parte de la corriente
oficialista, donde la democracia perdía su nombre y tan sólo se salvaba con la
posibilidad de la denuncia que pudieron presentar alguno de los afectados ante
la autoridad competente, recordándoles que el día de las elecciones el país
queda en manos del poder electoral y el Plan República, es decir, aquel que
ejecuta la fuerza armada nacional en aras de mantener el orden interno. Llegada
la tarde los medios de comunicación mostraban la euforia del comando opositor, así
como las caras destempladas del comando oficialista, lo que anticipaba un
resultado favorable para Capriles Radonsky, hasta que llegó la hora de cerrar
las mesas electorales para proceder a totalizar la expresión de la soberanía
popular, eso que llamamos votos y se produjo una larga espera de más de cinco
horas, hasta que apareció en pantalla la presidenta del Consejo Nacional
Electoral, Tibisay Lucena, la que sin pensarlo dos veces vomitó un resultado
que acabó con el sueño feliz de muchos compatriotas, bajo el entendido que el
candidato de gobierno resultó ganador con el 50, 60 % y el candidato opositor perdedor con el 49,
50 % de los votos emitidos, pudiendo ser, una vez más, que el resultado
material que mantuvo vivas las esperanzas de la oposición venezolana quedó
trasnochado con el resultado virtual obtenido.
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