Elección de todos los tiempos
Guillermo García Machado
El ejemplo más reciente donde la soberanía popular manifestó
todo su poder y por ende fue respetada, se produjo en Chile, cuando la nación
del sur fue a las urnas electorales para decidir la suerte del gobernante de
turno, nada más y nada menos que el General Augusto Pinochet, quien tenía un
control absoluto de todas las instituciones del país austral. Decimos esto
porque en otros países como Cuba las elecciones sólo sirven para reafirmar el
poder de sus actuales gobernantes, obteniendo los hermanos Castro el apoyo del
cien por ciento del electorado, tal como sucedía en Irak, cuando el otrora
poderoso Hussein obtenía el favor absoluto del electorado, sin que existiese el
voto de un disidente, es decir, las urnas electorales, según las autoridades
electorales, jamás recibieron un voto en contra del régimen, siendo así, que el
asunto de marras podía ser un asunto de Ripley. En Venezuela, los
acontecimientos nos llevan a un nuevo proceso electoral, donde el próximo 14 de
Abril del año en curso, el pueblo decidirá su futuro entre dos opciones con
chance, el chance del candidato del gobierno, Nicolás Maduro, y el chance del
candidato de la MUD, Henrique Capriles Radonsky. Los pronósticos se hacen muy
difíciles, por cuanto que las encuestas parecieran realizadas en honor de quien
las compra y por ende, mal podríamos decir en este momento que contamos los
venezolanos con datos estadísticos confiables o realizados objetivamente, sin
la perversa influencia de la parte interesada. Cuando el difunto presidente
Chávez concurrió a su último proceso electoral, las encuestas que sus
partidarios mostraban lo daban como ganador hasta con 25 puntos porcentuales,
por encima de su más serio contrincante, Henrique Capriles y su triunfo se
materializó con una diferencia de 11 puntos porcentuales. Hoy las cosas
resultan con otras variables, quizás la más importante, es que el candidato
Maduro no es el líder con la carisma suficiente para emular al difunto
presidente y sus encuestas dan diferencias entre 10 y 15 puntos porcentuales,
lo que a la hora de las chiquitas y ponderando en su justo valor las diferencias anotados, pudiéramos estar en
el caso de presenciar unos resultados electorales sumamente estrechos, pudiendo
repetirse la experiencia Chilena, donde su valiente pueblo corto por lo sano
con el continuismo. Siendo este un proceso electoral único en el mundo, por sus
propias características, donde la más importante es su brevedad, siendo así que
el lapso electoral se fijó en un mes para desarrollar una contienda electoral
rápida, concreta y concisa, donde no hay margen de error, ya que no hay tiempo
para proponer correcciones. Obviamente que hasta la fecha hemos visto una
confrontación de discursos y muy pocas propuestas y alguna de estas últimas muy
lejanas a la actual situación del país, cuando señala el candidato oficialista
que acabará con la delincuencia y con los problemas penitenciarios, cuando las
víctimas de la delincuencia superan la escandalosa cifra de más de 150.000
muertes violentas en estos últimos catorce años, o cuando señala el oficialismo
que acabaran con la inflación, cuando este flagelo ha mantenido en jaque el
poder adquisitivo del consumidor venezolano, deteriorando el salario de los más
necesitados a mansalva. Obviamente que el tema que nos preocupa en demasía es
la superioridad del mensaje del gobierno sobre el de la oposición, por la
desproporcionada desigualdad de recursos empleados en los procesos electorales,
siendo que el tesoro nacional financia los favores electorales del candidato
del gobierno.
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