El orgullo de ser venezolano
Guillermo García Machado
Cuando Usted amigo lector pronuncia la palabra venezolano, viene
a su mente, entre otras, la identidad de
aquel que tuvo a bien nacer en Venezuela, como cualquier hijo de vecino; la
gracia del inmortal de aquel que se le ocurrió libertar cinco distintas
naciones de Suramérica; la perseverancia de aquel que conoció a fondo el
imperio Ruso, la revolución francesa, la revolución americana y como tal ocupa
su nombre un espacio en el Arco de Triunfo de París; el ímpetu del que con
maestría y mucha arrogancia galopó por los llanos y supo enfrentarse a los
realistas, con la sapiencia de un militar de academia; el idealismo de quien
sorteo todos los peligros del Sur, teniendo siempre por delante la fidelidad
hacia el líder natural de todos los tiempos, cayendo abatido a traición en el
sitio de Berruecos; la valentía del líder militar de occidente cuya
consagración se sublima en la batalla naval del Lago de Maracaibo; el arrojo de
quien pudo mantener la unidad en la liberación del Oriente del país; la
valentía de quien también supo disentir y su final estuviera al frente de un
pelotón de fusilamiento; la audacia de quien lideró a una juventud
caracterizada por vencer el miedo y la adversidad y cuyo final fue todo un
sacrificio; la temeridad del que se despide en el furor de la batalla porque
simplemente estaba muerto; el coraje de aquella que supo competir con el sexo
fuerte en la gesta independista. De ahí que sería interminable la lista de
hombres y mujeres cuyo ejemplo constituye la base de sustentación de un orgullo
que pone en cabeza de todos la máxima consideración del que nos observa y sin
mayor dilación nos incluye en el prototipo del ejemplo a seguir, a la hora de
exigir Libertad. Para ello, basta con mencionar los nombres de Bolívar,
Miranda, Páez, Sucre, Urdaneta, Mariño, Piar, Ribas, Negro Primero, Luisa
Cáceres de Arismendi y de pronto surgen juntas todas las emociones juntas, en
aras de un sentimiento de amor, para con la abnegación de todos esos seres que
supieron ser protagonistas en el ciclo histórico más importante de nuestra vida
institucional. Ahora bien, pasando por el reconocimiento que se merecen, porque
estamos empeñados en vivir del simple recuerdo, en vez de retomar las gestas
libertarias, con aire protagónico, cuando veamos en peligro esas libertades
conseguidas con tanto esfuerzo y sacrificio. La República está herida y su
sangre la derraman los ciento cincuenta mil venezolanos caídos ante la fuerza
incontenible de la delincuencia, sin que podamos precisar, con certeza, la
actual situación de los responsables materiales y de los verdaderos
responsables, aquellos que han tenido en sus manos la responsabilidad de
ponerle coto al mundo criminal y todas sus ramificaciones, sin logros positivos
a la fecha. Suficiente escándalo significa comparar a los que han caído en
guerras como las de Irak, Afganistán, y
nuestros números no tengan compasión con aquello, como tampoco han podido
compararse con los habidos en la cruenta confrontación colombiana. Estamos en
momentos difíciles, donde reina la incertidumbre y ponemos en duda la capacidad
del actual dirigente, - con mucha vocación de poder y muy poca vocación de
servicio - donde las elecciones no han logrado consolidar el concepto, por
demás perfectible, como lo es, el de la Democracia, maltratada ésta última por
procesos electorales obscurecidos por las tenebrosas sombras de la trampa y el
fraude, sin poder dejar atrás el vulgar ventajismo. Ahora es el momento de
retomar esa identidad que forjaron nuestros héroes y con todas las ganas
levantar nuestra mirada hacia el infinito con aires de vencedores para exclamar
a todo pulmón: Es un orgullo ser venezolano o simplemente: Soy venezolano y a
mucha honra!
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