La
renuncia oportuna
Guillermo
Garcia Machado
El último Papa que renunció fue Gregorio XII (1406-1415), que vivió el
llamado Cisma de Occidente, el Concilio de
Constanza se inició el 4 de noviembre de 1414, bajo la presidencia del antipapa
Juan XXIII. Dicho sistema consistió en que los participantes se reunieran por
naciones y que en cada uno de estos grupos tuvieran voto no sólo los prelados,
sino también los príncipes, los teólogos y los canonistas. Este nuevo sistema
supuso la plasmación de la teoría "conciliarista", según la cual el
Concilio se encontraba por encima del Papa, y este debía plegarse a las
decisiones de aquél. El antipapa Juan XXIII que había convocado el concilio con
la intención oculta de conseguir el apoyo de los participantes para ser
nombrado único papa legítimo, ante la perspectiva de tener que acatar las
decisiones conciliares intentó huir de Constanza, pero interceptado en su huida
fue devuelto al concilio y obligado a abdicar el 29 de mayo de 1415. Por su
parte el Papa Gregorio XII renunció voluntariamente el 4 de julio mediante una
bula en la que además reconocía al concilio, por lo que el concilio de
Constanza, convocado por un antipapa, es considerado válido por la Iglesia
Católica. El segundo antipapa, Benedicto XIII, se negó en cambio a abdicar por
lo que fue depuesto por el propio concilio dos años más tarde, el 26 de julio
de 1417; tras lo cual se eligió un nuevo Papa, Martín V que fue reconocido por
todos y que supuso el fin del Cisma de Occidente que había dividido la Iglesia
durante casi cuarenta años. Cuando llegó al
cargo con 78 años, Benedicto XVI ya era el pontífice más viejo elegido
en casi 300 años. Hoy tiene 85 años, y en los últimos tiempos ha disminuido
considerablemente sus viajes al extranjero y ha limitado sus audiencias. El
Papa se traslada hasta el altar de la Basílica de San Pedro en una plataforma
móvil para ahorrarse algo más de 90 metros de pasillo, y de vez en cuando
utiliza un bastón. Estar cansado sería
un diagnóstico perfectamente normal para un Papa de 85 años de edad, incluso
para alguien que no ha experimentado ningún problema de salud grave y todavía
tiene una mente ágil. Benedicto XVI reconoció haber sufrido un accidente
cerebrovascular hemorrágico en 1991 que afectó temporalmente a su visión, pero
luego se recuperó por completo. En 2009, el Papa cayó y sufrió heridas leves
cuando se rompió una de sus muñecas mientras estaba de vacaciones en los Alpes.
Podemos decir que haciendo abstracción de las bondades que le otorga el
ejercicio de su cargo, todo ello para conducir la institución más longeva del
planeta, entiéndase: Iglesia Católica, consideró el Sumo Pontífice, no contar
con las fuerzas suficientes para enfrentar, por una parte, los problemas
propios de una organización humana: fugas de información por parte del personal
subalterno, presiones propias de la curia romana, la situación de los curas
pederastas, el control de la iglesia en cada uno de los recónditos lugares de
la tierra, el manejo de los recursos de la institución, por otra parte asumir
con entereza y celeridad los grandes
retos que impone la sociedad contemporánea, y muy especialmente los mil
millones de seres que profesan con dignidad la religión católica. Por supuesto
que los enemigos de la misma iglesia aprovecharan para magnificar cada uno de
los errores reseñados en estos últimos lustros para tratar de destruir la obra
de Cristo, expresamente fundada por él, cuya resistencia y perseverancia no ha
podido ser medida a través de los siglos, la cual podríamos calificar como
indestructible. Mientras todo lo de la renuncia toma su curso normal, el
renunciante asume el grado de Emérito, asumiendo un rol de eventual asesor y
con dedicación casi exclusiva a la oración. Situación ésta que se mantendrá
hasta que el Todo Poderoso lo llame al descanso eterno. El Papa Benedicto XVI tuvo el miércoles una emotiva despedida en su última
audiencia general, al decir que comprendía la gravedad de su decisión de
convertirse en el primer pontífice en renunciar en casi 600 años, pero que lo
había hecho por el bien de la Iglesia Católica. Joseph Ratzinger dijo que tenía
mucha fe en el futuro de la actualmente atribulada Iglesia y agregó: "Dí
este paso en completa conciencia de su gravedad y rareza, pero también con
profunda serenidad". El líder católico sostuvo que no estaba "bajando
de la cruz" pese a renunciar a su puesto, sino que permanecerá al servicio
de la Iglesia a través de la oración. Pidió a sus fieles que oraran por los
cardenales y por el prelado que elegirán para sucederlo. Amar a la Iglesia
significó "tener el coraje de tomar elecciones difíciles y angustiosas,
siempre teniendo en mente el bien de la Iglesia y no el de uno mismo",
sostuvo el Papa.
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