Cadáver Insepulto
Guillermo García Machado
El embalsamamiento es una práctica, generalmente usando
sustancias químicas, en especial resinas
o bálsamos, con el objeto de
preservar de la putrefacción la
integridad de los cadáveres. Las
referencias más antiguas de la práctica se remontan al antiguo Egipto; sin embargo, se ha
descrito que la preservación de los cadáveres usando diversos procesos también
se acostumbraba entre las culturas sudamericanas,
particularmente en el caso de la cultura
Chinchorro, en el norte de Chile, la primera del
mundo en momificar artificialmente a sus muertos, y también entre los incas en Perú, aunque mediante
técnicas diferentes a las egipcias. La
caída del Muro de Berlín hizo que el nuevo gobierno lo sepultara, sólo para que
las turbas enardecidas lo exhumaran, cremaran los restos y sepultaran de nuevo
las cenizas, por si acaso. Los faraones de las
primeras dinastías fueron considerados inmortales, y eran los únicos seres que
podrían seguir viviendo en el más allá. Posteriormente los nobles y altos
jerarcas se consideraron merecedores de disfrutar de vida eterna, adoptando
también rituales similares de momificación y enterramiento, extendiéndose esta
facultad a la mayoría de la población con el paso de los siglos, al evolucionar
los sistemas de creencias religiosas. En la Biblia se menciona que tanto el
patriarca Jacob como su hijo el visir José fueron embalsamados tras sus respectivos fallecimientos (Génesis 50:2,3,26) aunque los hebreos no llevaban a cabo dicha práctica
funeraria. Lenin, Stalin, Kim Il-Sung, Mao
Zedong, Ho Chi Min, entre otros, pertenecen al panteón de los líderes
comunistas embalsamados, lo mismo pretendían hacer con el difunto Presidente
Hugo Rafael Chávez Frías. Las crónicas alrededor de los primeros de los
nombrados, y sus respectivas momias, nos muestran la futilidad de preservar
cuerpos sin vida de seres que marcaron historia y que ahora inmóviles, son
condenados a observar la destrucción de su obra y la deshonra de su recuerdo.
Al morir Lenin en 1924, su cuerpo fue embalsamado para que millones de
trabajadores despidiesen al "líder del proletariado mundial". Desde
entonces yace en el mausoleo de la Plaza Roja de Moscú, visitado sólo por
nostálgicos del Soviet, despojado de todo culto. Según Gabriel García Márquez,
el cuerpo parece cortado por la cintura bajo las sábanas de la urna,
rindiéndose homenaje (si así fuese) a una mitad de héroe. Con la de Lenin
compartió alcoba la momia del "padrecito" Stalin, fallecido el 5 de
marzo (¡vaya coincidencia!) de 1953, hasta que Kruschev en 1961 ordenó la
"desestalinización" del aparato estatal soviético, enterrando la
momia en las murallas del Kremlin, hasta su deterioro final. Georgi Dimitrov,
tirano de Bulgaria, también fue embalsamado para eterna contemplación de su
pueblo. La caída del Muro de Berlín hizo que el nuevo gobierno lo sepultara,
sólo para que las turbas enardecidas lo exhumaran, cremaran los restos y
sepultaran de nuevo las cenizas, por si acaso. Según el médico de Mao Zedong,
Li Zhisui, los 16 litros de formol con que se inyectaría el cadáver del líder
fueron aumentados a 22, en exceso de celo. Como resultado, la cara de Mao se
hinchó, rezumando formol por los poros, mientras las orejas asomaron en ángulo
recto. Hoy Mao reposa en Tian’anmen (Puerta de la Paz Celestial), plaza en la
que en 1989 su sucesor Deng Xiaoping aplastó con cientos de muertos una
revuelta libertaria. La momia, incapaz de protesta, ve ahora cómo su obra se ha
hecho trizas, en una China brutalmente capitalista, donde lo único que
sobrevive de su régimen es el absoluto control político de la sociedad, ajeno a
cualquier derecho civil. Caso aparte es el de la momia viajera de Eva Perón,
cuya macabra odisea antes de ser finalmente enterrada a 8 metros de profundidad
en una cápsula blindada de acero. Razón tiene García Márquez: "estas cosas
son posibles por la mala costumbre de conservar cadáveres para ser adorados por
la muchedumbre. Nada se parece menos a la imagen que se tiene de un hombre o
una mujer memorables que sus desperdicios mortales arreglados como para una
fiesta funeraria".
Lapidario su articulo.
ReplyDeleteMuy bueno y bien direccionado