SOLIDARIDAD
Guillermo
García Machado
Antes de
definir el término es necesario establecer su origen. Este concepto proviene
del término del latín soliditas que
hacía referencia a una realidad homogénea, entera y unida donde los elementos
que conformaban ese todo eran de igual naturaleza.
De este modo,
el concepto de solidaridad describe
la adhesión de modo circunstancial a una causa o a proyectos de terceros. El
término se utiliza en forma habitual para denominar una acción de perfil dadivoso o bienintencionado.
De todas maneras, su raíz etimológica hace referencia a un comportamiento in-solidum,
es decir, que se enlazan los destinos de dos o más personas. Por lo
tanto, ser una persona solidaria no se limita al ofrecimiento de ayuda, sino
que implica un compromiso con
aquel al que se intenta ayudar.
El sentido más
básico de la solidaridad supone que se desarrolla sin distinción, límites o
condicionamientos de sexo, raza, nacionalidad, religión ni de afiliación
política. La única finalidad de la solidaridad puede apuntar al ser humano en estado de necesidad. De
todas formas, el uso del término ha quedado desvirtuado ante el abuso del discurso político y el
denominado marketing solidario.
La verdadera
solidaridad es ayudar a alguien sin recibir nada a cambio y sin que nadie se
entere. Ser solidario es, en su esencia, ser
desinteresado. La solidaridad se mueve sólo por la convicción
de justicia e igualdad.
Fue la
teología cristiana quien lo adoptó por primera vez al referirse a la sociedad
de todos los seres humanos, iguales entre sí por ser hijos de Dios y unidos en
los vínculos de una sociedad. La
primera comunidad cristiana se basaba en este concepto y en ella la fraternidad
era fundamental, impulsándolos a buscar el bien de todos los que formaban parte
del grupo.
Desde el punto
de vista filosófico de la concepción cristiana de
una sociedad, la solidaridad es la forma en la que debe organizarse política y
socialmente un grupo, donde el fin principal es el bienestar de todos y cada
uno de los individuos que lo conforman. La solidaridad es el elemento
fundamental para conseguir un desarrollo de la doctrina social sana, y debe
ocupar siempre un espacio especial. El bien
común, la autoridad y la subsidiaridad son además los
fundamentos de toda filosofía social, sin ellos una sociedad no podría jamás
encaminarse a un fin de provecho colectivo. Por su parte, la ciencia del Derecho utiliza este término para referirse a un
individuo enmarcado en un grupo jurídicamente homogéneo, con bienes y derechos
unívocos. En este caso la solidaridad incluye una alta responsabilidad de cada individuo con
respecto al todo. El Derecho considera que la solidaridad también es
fundamental para que una sociedad pueda progresar, pues es el modo en el que
derechos y obligaciones se equilibran y se encuentra la armonía. Hoy en día, a su vez, el término ha cobrado
una dimensión social globalista.
La posibilidad de comprender lo que ocurre en todos los rincones del planeta y
las relaciones entre los diferentes países, ha llevado a crear una consciencia social
colectiva donde las personas solidarias son aquellas que luchan contra las
injusticias sociales en cualquier aspecto (la pobreza, el hambre, la
discriminación sexual, etc) en procura de un
mundo más unido y pacífico.
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