SALUD PÚBLICA
Guillermo García Machado
La salud pública es la disciplina
encargada de la protección de la salud a nivel
poblacional. En este sentido, busca mejorar las condiciones de
salud de las comunidades mediante la promoción de estilos de vida saludables,
las campañas de concienciación, la educación y la investigación. Para esto, cuenta con la participación
de especialistas en medicina, biología, enfermería, sociología, estadística, veterinaria y otras ciencias y áreas.
El desarrollo
de la salud pública depende de los gobiernos, que elaboran distintos programas de salud para
cumplir con los mencionados objetivos. Entre las funciones de la salud pública,
se encuentran la prevención epidemio-patológica (con campañas masivas de
vacunación gratuita), la protección sanitaria (control del medio ambiente y de
la contaminación), la promoción sanitaria (a través de la educación) y la
restauración sanitaria (para recuperar la salud).
Los organismos
de la salud pública deben evaluar las necesidades
de salud de la población, investigar el surgimiento de riesgos
para la salud y analizar los determinantes de dichos riesgos. De acuerdo a lo
detectado, deben establecer las prioridades y desarrollar los programas y
planes que permitan responder a las necesidades.
La salud
pública también debe gestionar los recursos para asegurar que sus servicios
llegarán a la mayor cantidad de gente posible. La salud pública no puede
ofrecer servicios de avanzada para ciertas personas y descuidar las condiciones
de salud del resto, ya que parte de un principio comunitario y no personal. Al
depender del Estado, la salud pública no debería hacer distinciones entre
los habitantes de una misma región.
La percepción
general acerca de la efectividad de los sistemas de salud pública
varían considerablemente de acuerdo al país. Dos ejemplos de situaciones opuestas
se dan en Argentina o Venezuela y Gran Bretaña. Los ciudadanos argentinos ubican la salud
pública entre las características más lamentables de su nación.
Incluso en épocas de crisis, muchas personas prefieren pagar altísimas sumas de
dinero a una obra social antes que poner un pie en un hospital público. A
simple vista, dadas las tristes condiciones en las que se encuentran dichos
edificios y la mala atención que las caracteriza, nadie podría cuestionar dicha
actitud. Sin embargo, no son pocos los casos de mala praxis en clínicas
privadas, así como de faltas de consideración que ponen en duda la condición
humana de algunos de sus profesionales.
Si bien
generalizar nunca es el mejor camino, la salud pública en Argentina o
Venezuela tiene demasiados puntos negativos, siendo el más notable
la falta de higiene de muchos hospitales, la cual se aprecia apenas
cruzada la puerta de entrada. Resulta comprensible que una persona enferma no
tenga intenciones de ser atendida en un centro donde respirar puede provocarle
náuseas. Del otro lado del mapa, se encuentra el Servicio Nacional de
Salud británico (National Health Service o NHS). En primer
lugar, todos los habitantes de Gran Bretaña, tengan o no sus papeles en regla,
tienen derecho a dicho sistema sanitario, y el proceso de alta es relativamente
sencillo. Contrario al caos propio de la falta de organización, a cada
ciudadano se le asigna un médico de cabecera (General
Practitioner o GP), que será el primer profesional a contactar. Éste
se encarga de evaluar a sus pacientes y, en caso de así necesitarlo, de
derivarlos a un especialista. Cabe aclarar que muchas de las cuestiones más
comunes, como la prescripción de medicamentos y el diagnóstico de trastornos
menores, no requieren de una derivación.
Los hospitales británicos cuentan con instalaciones,
equipos y un nivel de mantenimiento que en Argentina sólo se ven en una clínica
privada. Además, dado que a cada persona le corresponde un centro en
particular, las largas esperas para ser atendido son muy raras, sin contar que
generalmente el número de asientos disponible es suficiente para el volumen de
visitas diarias.
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