Caudillismo
Guillermo
García Machado
A propósito de la
muerte de personajes como Chávez, Castro, Hussein, y Gadafi, para no seguir
nombrando a otros, cada uno de ellos en su lugar y en su respectivo tiempo,
pareciera interesante refrescar la esencia del caudillismo. El caudillismo es el sistema de caudillaje o
el gobierno de un caudillo. La noción de caudillo, por su parte, procede
del latín capitellus y hace mención a la persona que dirige alguna comunidad o cuerpo y que actúa como guía o líder. Como fenómeno social y político, el
caudillismo se desarrolló en América Latina durante
el siglo XIX. Los caudillos eran líderes carismáticos que
solían acceder al poder por procedimientos informales, gracias
a la influencia que tenían sobre las grandes masas populares. La gente veía al
caudillo como un hombre fuera de lo común, capaz de representar y defender los
intereses del conjunto de la comunidad.
Muchos
caudillos eran demagogos y manipulaban a la población; detrás de la promesa de
asegurar el bienestar común, de defender los intereses de toda la región, se
escondían las propias ambiciones, la sed de poder. En ciertos casos, el
caudillismo derivó en dictaduras con una dura represión a los
opositores. En otros, en cambio, el caudillismo se adaptó a los regímenes
democráticos y federales que se establecieron en los países latinoamericanos.
La formalización del
poder de los caudillos siguió un proceso similar en varias naciones: las
fuerzas del caudillo enfrentaban al gobernante vigente hasta deponerlo, luego
disolvían el congreso bajo el argumento de no responder al pueblo o la ley y
finalmente el caudillo se autoproclamaba presidente provisional. Después de un
tiempo, el propio caudillo llamaba a elecciones y se formaba un nuevo congreso,
formalizando el poder del caudillismo. Juan Manuel de Rosas en Argentina, Antonio López de Santa Anna
en México y José Antonio Páez en Venezuela son
algunos de los ejemplos históricos de caudillismo en el territorio
latinoamericano. Con la consolidación del Estado-nación y
la caída de los regionalismos, el caudillismo perdió fuerza y terminó mutando
en otro tipo de regímenes sociopolíticos. El caudillismo se caracterizó por la
llegada al poder a través de la fuerza, y esa imposición
ha dejado cicatrices en muchas naciones. Con la instauración de la República
como sistema de organización del Estado, se cometieron una serie de errores que
también contribuyen con el carácter inestable de los gobiernos, lo cual se suma
a los vestigios de décadas de cruentas luchas por obtener el ansiado cetro. Las
repúblicas que hoy sufren las consecuencias del caudillismo nacieron en un
terreno de inconsistencias, con una economía desorganizada,
un orden político que rozaba el caos y una ausencia total de visión a futuro y
disciplina por parte del gobierno. Son estas las razones por las cuales no son
capaces de aplicar un régimen democrático de manera eficaz: no luchan por
asegurar la libertad a sus habitantes, pero tampoco lo admiten. Existen ciertos
rasgos propios del caudillismo que persisten en el presente; tal es el caso de
la búsqueda de popularidad a través de la anulación de las acciones del
opositor, desprestigiando su campaña para convencer al pueblo de que un
cambio es necesario. Esta es la base estratégica de la mayoría de los
gobernantes de la actualidad y, como se trata de una manipulación de la verdad,
nada impide que una vez en el poder repliquen las decisiones de sus antiguos
enemigos, dejando en evidencia que no estaban realmente en contra de su proceder.
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