Sunday, September 7, 2014

La verdad bien dicha
Guillermo García Machado

Muy a propósito de la interrelación de un gobierno con su pueblo, traemos a colación un slogan de los años cincuenta (50) donde se ponía de manifiesto que en el mensaje publicitario - la verdad bien dicha- estaba implícita la verdad y su mejor oportunidad para expresarla, a través de los diferentes medios de comunicación de la época, especialmente, la incipiente televisión. Nos llama la atención que las propuestas políticas siempre se hacen – ab initio- durante la campaña electoral, todo ello bajo el rubro de las promesas electorales, siendo que los adeptos se ganan en la medida que el candidato a gobernante se haga más atractivo por lo insinuante de sus propuestas o promesas electorales. Obviamente que el candidato ganador, es decir, quien ejerce el poder gracias al mandato del pueblo le toca poner en marcha su plan de gobierno y ejecutar al pie de la letra cada una de las promesas electorales, las cuales, siempre contienen los correctivos necesarios para corregir las deficiencias del gobernante que estuviera de turno a la época de la confrontación electoral. La democracia latinoamericana tiene casi siempre un ministerio o secretaría encargada de oficializar la información de todos los logros gubernamentales, con el loable propósito de convencer al pueblo que todo marcha sobre rieles y el gobierno en ejercicio ha superado las expectativas en cuanto a hechos y logros que benefician a la comunidad en general. Obviamente que los gobernantes exitosos o simplemente aquellos que convenzan por sus logros y éxitos, tendrán la oportunidad de mantener el apoyo permanente del electorado, quien le corresponderá eventualmente imponer el voto castigo cuando las cosas no marchen adecuadamente o simplemente prevalezca la mentira en el mensaje oficial acerca de los logros y metas alcanzadas. El pueblo que recibe las directrices de sus gobernantes suelen ser tolerantes y muchas veces extra-pacientes en la espera de recibir los beneficios de una gestión política administrativa determinada, no obstante, cuando ello no se produce en el terreno de la realidad surge la frustración colectiva y las distintas manifestaciones de inconformidad y por ende las distintas formas de plantear esa disconformidad en forma pública hasta llegar a la violencia, la cual puede dentro del marco legal quedar plenamente legitimada. Al gobernante serio no le queda otra que decir la verdad de buena manera, aun cuando la misma ponga en evidencia su fracaso como dirigente en ejercicio del noble mandato que le otorgara el pueblo. De lo contrario no nos queda otra que catalogar a ese tipo de mandatario, aquel que mancilla la verdad, la oculta o la altera como un vulgar mentiroso, inescrupuloso, ignorante y farsante. La verdad bien dicha le proporciona al gobernante crear un ambiente de estabilidad social y política lo suficientemente confiable como para poder superar cualquier signo de inestabilidad, teniendo por norte la justicia en la mejor de sus acepciones: “Darle a cada uno lo que es suyo” (Justiniano). Han sido muchos los intentos de desmejorar la verdad con mensajes donde privan planteamientos ideológicos que hacen de la fe ciega el mayor bloqueo a la capacidad humana para discernir y descubrir con sinceridad y dignidad lo que realmente acontece en su entorno individual y mucho más allá en su entorno colectivo, evitando aquella práctica hitleriana de abusar de la mentira, bajo el pretexto malvado, que la misma, cuando se repite se llega a convertir en verdad, así las cosas, ni es verdad, ni está bien dicha, y de ahí que nuestro mensaje siempre estará muy cerca de aquellos principios democráticos que le permita a nuestra sociedad convivir en forma pacífica, descartando de antemano cualquier subterfugio electorero.

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