La Izquierda en crisis
Guillermo García Machado
“Un espectro ronda Europa: el espectro del
socialismo se derrumba lentamente”. Así comienza el artículo de la primera
página del Herald Tribune.
Justo después del “batacazo” que recibió el SPD
alemán en las elecciones de este fin de semana, el augusto diario
norteamericano ha reactivado el debate sobre si la izquierda europea está o no
acabada. Destaca que “Donde la izquierda ocupa el poder, como en España y Gran
Bretaña, está recibiendo ataques. Donde no lo ocupa, como en Francia, Italia y
ahora Alemania, se encuentra dividida e indiferente”. Esta realidad es
doblemente irónica, ya que el mundo se encuentra sumido en uno de los “los
mayores desafíos al capitalismo en 75 años, incluida la quiebra del sistema
financiero”. Los motivos de este declive se deben a la reciente adopción por
parte de la centro-derecha de ideas tradicionalmente socialdemócratas:
“generosas ventajas sociales, sistemas sanitarios nacionales, fuertes
restricciones en las emisiones de carbono, aceptación de cierta soberanía de la
Unión Europea”. Según Tony Judt del Institute
Remarque sobre cuestiones europeas de Nueva York “No creo que el
socialismo tenga futuro en Europa y es una mala noticia, dado que se trata de
una parte fundamental del consenso democrático europeo”. ¿Será la izquierda
reformista una de las numerosas víctimas de las políticas de austeridad
adoptadas por varios países europeos? La pregunta merece ser planteada. Por un
lado, los tres principales países entre los siete aún gobernados por la
izquierda en la Unión Europea, es decir, Grecia, España y Portugal, han
anunciado duros planes de austeridad que sólo se diferencian en los márgenes
con respecto a los aplicados en Alemania, Italia, Reino Unido y Francia, países
gobernados por la derecha o el centro derecha. Por otro lado, allí donde la
izquierda se encuentra en la oposición, a veces da la impresión de estar de
acuerdo con la filosofía que sustenta las medidas adoptadas por los gobiernos,
criticando al mismo tiempo algunas de sus disposiciones sociales y sugiriendo
de forma subliminal que sería mejor aplicar una auténtica política de
saneamiento financiero. Pero aunque, tal y como exponen los promotores, se
supone que el rigor tendrá resultados económicos favorables a largo plazo,
también tendrá temibles consecuencias inmediatas. En estos momentos es la mayor preocupación,
su posición sobre las políticas económicas y sociales que se van a promover. La
Tercera Vía de Tony Blair de los años noventa había significado, entre otros
aspectos, una asimilación parcial del liberalismo económico y una voluntad de
aprovechar las oportunidades generadas por la globalización, atenuando al mismo
tiempo los perjuicios sociales que provoca. Comienza en todos los ámbitos una
vuelta hacia el keynesianismo y la intervención de los poderes públicos,
incluido el partido laborista y además, casi toda la izquierda está de acuerdo
en trabajar en el desarrollo sostenible con la "green economy". Pero
este consenso no podrá ocultar las divergencias. Algunos partidarios de la
izquierda que ponen en tela de juicio la política monetaria, defienden el
aumento de los déficits públicos para reactivar las inversiones y el
crecimiento. Otros aceptan el imperativo de saneamiento, pero piden la
imposición de mayores impuestos para los ingresos más altos y para las
transacciones financieras, así como medidas sociales. Sobre el contenido de
éstas últimas, se enfrentan los defensores de una política de apoyo y atención
a los más desfavorecidos para paliar su sufrimiento, la política denominada de
care (de asistencia) que reivindica la secretaria del PS francés, Martine
Aubry, y aquellos que prefieren ofrecer a los individuos los medios para
reaccionar, crear y desarrollarse. En tercer lugar, se plantea la pregunta
sobre Europa, mientras las opiniones dudan cada vez más sobre su pertinencia y
eficacia. La izquierda se divide entre aquellos con la tentación de replegarse
hacia el ámbito nacional, minoritarios aunque influyentes, y los partidarios de
un auténtico poder político europeo capaz de dirigir la economía, de coordinar
las políticas sociales y fiscales y de regular la competencia entre Estados.
Por último, en una coyuntura que podría revelarse como una amenaza para la
democracia, la izquierda pretende reactivar ésta última, lo que lleva a algunos
de los suyos a insistir más sobre la renovación de las estructuras clásicas de
la democracia representativa y a otros a explorar las vías de la democracia
participativa.
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