Monday, March 3, 2014

El final del Estalinismo
Guillermo García Machado
La caída de la Unión Soviética y de los regímenes estalinistas de Europa Oriental hace poco más de una década atrás transformó el panorama mundial. Puso dramático fin al período de la Guerra Fría y suscitó gran regodeo sobre el “fin de la historia” y el triunfo del capitalismo dentro de un “Nuevo Orden Mundial”. Legitimó el concepto neoliberal de libre mercado, el que, por consiguiente, fue impuesto en todos los antiguos estados estalinistas. Esto trajo consecuencias , las que fueron calificadas como un desastre económico, no sólo en esos estados, sino también en casi todo el resto del mundo. El colapso también desorientó a toda la extrema izquierda internacional, organizaciones y activistas que se consideraban de la clase trabajadora revolucionaria. Muchos izquierdistas estaban casados con teorías y creencias que consideraban a la Unión Soviética como un estado socialista o un estado obrero; por esto, a su manera de ver, la caída de la Unión Soviética representó una derrota de gran importancia también para el marxismo. Otros, que reconocieron a los regímenes estalinistas como contrarrevolucionarios, también se desmoralizaron porque por varios años después la audiencia para las ideas socialistas entre la clase trabajadora se redujo significativamente como consecuencia del impacto del colapso estalinista. Pero ahora que la creciente agitación económica en Estados Unidos y otros estados imperialistas está cuestionando el triunfo del capitalismo, está reviviendo una apertura a las ideas socialistas en la clase trabajadora. Eso significa que una renovación del entendimiento del estalinismo es de vital importancia. Por que es imposible entender al mundo actual sin entender el papel que desempeñó el estalinismo, tanto en su aspecto deformado de explotación capitalista, como en su apoyo crucial a la estabilidad del capitalismo a escala mundial. El estalinismo nos dejó como legado dos males: la resurrección del capitalismo de su agonía en la década de 1930 y la destrucción de la conciencia de la clase trabajadora a la alternativa proletaria frente al capitalismo. Hoy día, contradicciones que traen a la memoria aquéllas que causaron la caída del estalinismo, están socavando la estabilidad del capitalismo como entidad. Además, las falsas soluciones propuestas por la extrema izquierda frente a la crisis del estalinismo están nuevamente siendo presentadas como la respuesta de la clase trabajadora a la creciente crisis del imperialismo. Por todas estas razones, hemos vuelto a considerar los debates sobre el carácter de clase y la caída de las sociedades seudo socialistas creadas bajo el gobierno estalinista. León Trotsky, el máximo oponente comunista a la traición estalinista de la revolución, desafió el dogma de Stalin con su análisis de que había ocurrido una contrarrevolución política: el estado obrero no había sido eliminado pero no estaba avanzando hacia el socialismo, sino que estaba retrocediendo hacia el capitalismo. La URSS bajo la burocracia de Stalin se había convertido en un “estado obrero degenerado”: había eliminado en su totalidad a la clase trabajadora del ejercicio real del poder en el estado, debilitado sus logros revolucionarios y estaba en camino de restaurar al gobierno capitalista. Trotsky denominó a la continua contrarrevolución “una guerra civil preventiva” en contra del proletariado, pero no llegó a nuestra conclusión de que la contrarrevolución social había sido completada, o sea que la naturaleza del estado había cambiado de una proletaria (si bien degenerada) a una capitalista. Un punto clave de esta cuestión que ellos no entendieron es que las formas capitalistas son inherentes dentro de un estado obrero. Marx y Lenin enfatizaron que un estado obrero no es todavía el socialismo, sino una etapa de transición hacia él; es un "estado burgués sin burguesía". Por esto la URSS al comienzo fue un campo de batalla entre las leyes de movimiento del capitalismo que operaban ciega y anárquicamente (resumidas en la ley del valor) y una conciente dirección proletaria. Las tres fórmulas que dominaban entre los autoproclamados trotskistas -- estado obrero deformado, colectivismo burocrático y el capitalismo de estado de Cliff -- eran en verdad variantes de una teoría común. Todas negaban la centralidad de la ley del valor bajo el estalinismo porque consideraban que el valor estaba determinado por el intercambio en el mercado, no por la explotación de la producción de los trabajadores. Las tres fórmulas mantenían que el único regulador económico era la supuestamente planificación consciente de las burocracias gobernantes.


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