Sunday, February 9, 2014

CELAC sustituto de la OEA
Guillermo García Machado

Vale la pena traer a colación el papel que le toca jugar al CELAC y su eventual vocación de sustituto de la Organización de los Estados Americanos (OEA) , bajo la mirada aguda del periodista René Palacios de Pulso Internacional: Una cosa cierta es que la CELAC surgió como expresión residual de un reflejo nacido en los países integrantes de la llamada Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América liderada por la Venezuela de Hugo Chávez, y que consistía en crear un organismo de cooperación y diálogo regional en el que participaran las naciones latinoamericanas y se excluyera tanto a Estados Unidos como a Canadá. Esta exclusión obedeció a la certeza compartida por varios gobiernos de la región que la influencia de estos dos últimos países y especialmente de Estados Unidos ha sido más nociva que benéfica para los intereses del universo latinoamericano. La CELAC buscaría ser pues en este sentido, un organismo que rivalizara con la Organización de Estados Americanos (OEA) que tiene su sede nada menos que en Washington, a la que pertenecen todos los miembros de la CELAC con la temporal excepción de Cuba y en la que tradicionalmente la Unión Americana le ha impuesto su voluntad al resto del continente. La CELAC pues, es vista por alguna naciones como un instrumento que eventualmente permitirá sacudirse la influencia hegemónica de Washington en el tratamiento de los problemas y desafíos que enfrenta América Latina. Lo anterior puede tener ventajas y desventajas. Las ventajas tienen que ver con el hecho que ciertamente los países integrantes de la CELAC comparten rasgos históricos, económicos, políticos, culturales e incluso lingüísticos en su mayoría, que evidentemente no comparten ni Estados Unidos ni Canadá, y consecuentemente es positivo que exista un mecanismo de cooperación que los integre y les permita en el mundo impulsar de manera conjunta los intereses que les son comunes, del mismo modo que lo hacen organizaciones cuya integración no obedece a criterios geográficos, sino de otra naturaleza como los son La Liga Árabe o la Conferencia para la Cooperación Islámica. La CELAC puede ser un extraordinario instrumento para impulsar soluciones para los problemas hemisféricos, pero para ello es necesario que deje de lado la obsesión antiamericana que caracteriza a algunos de sus Estados integrantes como por ejemplo Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Cuba y desde luego Venezuela. La CELAC pues no puede ni debe ser un substituto de la OEA, sino un mecanismo alterno que permita construir un mensaje común a países hermanos como lo son las naciones latinoamericanas, mensaje que deberá hacerse valer también en el seno de la OEA que por lo demás resulta imprescindible para la solución de los problemas del continente. Si la CELAC toma el camino de la rivalidad y la confrontación con la OEA por el simple hecho de que en la segunda forman parte los EEUU y Canadá estará tomando el camino equivocado, puesto que para enfrentar los principales desafíos del hemisferio en nada ayudaría excluir de los acuerdos multilaterales a las únicas dos naciones que son parte del Grupo de los Siete (G7), es decir, de los países más industrializados del planeta. Si la CELAC toma el camino de la ruptura con la OEA, se asemejaría por ejemplo a una organización que agrupe a todos los equipos de la primera división del futbol español y en la que se excluyan por pedantes, tanto al Barcelona como al Real Madrid. En este caso cabría preguntarse ¿Qué sería la liga española de futbol sin el Barcelona y el Real Madrid? Cualquier esfuerzo multilateral de cooperación debe ser bienvenido siempre que se emprenda con un espíritu constructivo y que invite al diálogo, y no excluyente y rupturista. La CELAC tendrá pues que decidir por cuál de estos dos caminos posibles habrá que ir. Lo visible por ahora es que Estados Unidos y Canadá han sido excluidos como miembros del nuevo foro hemisférico, y varios de los jefes de Estado que más promovieron la creación de la CELAC no sólo se han pronunciado repetidamente contra la OEA, sino que mantienen una política exterior de plano contrapuesta a la de Estados Unidos, como son los casos de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador.

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