CELAC sustituto de la OEA
Guillermo García Machado
Vale la pena traer a colación el papel que
le toca jugar al CELAC y su eventual vocación de sustituto de la Organización
de los Estados Americanos (OEA) , bajo la mirada aguda del periodista René
Palacios de Pulso Internacional: Una cosa cierta es que la CELAC surgió como
expresión residual de un reflejo nacido en los países integrantes de la llamada
Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América liderada por la
Venezuela de Hugo Chávez, y que consistía en crear un organismo de cooperación
y diálogo regional en el que participaran las naciones latinoamericanas y se
excluyera tanto a Estados Unidos como a Canadá. Esta exclusión obedeció a la
certeza compartida por varios gobiernos de la región que la influencia de estos
dos últimos países y especialmente de Estados Unidos ha sido más nociva que
benéfica para los intereses del universo latinoamericano. La CELAC buscaría ser
pues en este sentido, un organismo que rivalizara con la Organización de Estados
Americanos (OEA) que tiene su sede nada menos que en Washington, a la que
pertenecen todos los miembros de la CELAC con la temporal excepción de Cuba y
en la que tradicionalmente la Unión Americana le ha impuesto su voluntad al
resto del continente. La CELAC pues, es vista por alguna naciones como un
instrumento que eventualmente permitirá sacudirse la influencia hegemónica de
Washington en el tratamiento de los problemas y desafíos que enfrenta América
Latina. Lo anterior puede tener ventajas y desventajas. Las ventajas tienen que
ver con el hecho que ciertamente los países integrantes de la CELAC comparten
rasgos históricos, económicos, políticos, culturales e incluso lingüísticos en
su mayoría, que evidentemente no comparten ni Estados Unidos ni Canadá, y
consecuentemente es positivo que exista un mecanismo de cooperación que los
integre y les permita en el mundo impulsar de manera conjunta los intereses que
les son comunes, del mismo modo que lo hacen organizaciones cuya integración no
obedece a criterios geográficos, sino de otra naturaleza como los son La Liga
Árabe o la Conferencia para la Cooperación Islámica. La CELAC puede ser un
extraordinario instrumento para impulsar soluciones para los problemas
hemisféricos, pero para ello es necesario que deje de lado la obsesión
antiamericana que caracteriza a algunos de sus Estados integrantes como por
ejemplo Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Cuba y desde luego Venezuela. La CELAC
pues no puede ni debe ser un substituto de la OEA, sino un mecanismo alterno
que permita construir un mensaje común a países hermanos como lo son las
naciones latinoamericanas, mensaje que deberá hacerse valer también en el seno
de la OEA que por lo demás resulta imprescindible para la solución de los
problemas del continente. Si la CELAC toma el camino de la rivalidad y la
confrontación con la OEA por el simple hecho de que en la segunda forman parte
los EEUU y Canadá estará tomando el camino equivocado, puesto que para
enfrentar los principales desafíos del hemisferio en nada ayudaría excluir de
los acuerdos multilaterales a las únicas dos naciones que son parte del Grupo
de los Siete (G7), es decir, de los países más industrializados del planeta. Si
la CELAC toma el camino de la ruptura con la OEA, se asemejaría por ejemplo a
una organización que agrupe a todos los equipos de la primera división del
futbol español y en la que se excluyan por pedantes, tanto al Barcelona como al
Real Madrid. En este caso cabría preguntarse ¿Qué sería la liga española de
futbol sin el Barcelona y el Real Madrid? Cualquier esfuerzo multilateral de
cooperación debe ser bienvenido siempre que se emprenda con un espíritu
constructivo y que invite al diálogo, y no excluyente y rupturista. La CELAC
tendrá pues que decidir por cuál de estos dos caminos posibles habrá que ir. Lo visible por ahora es que
Estados Unidos y Canadá han sido excluidos como miembros del nuevo foro
hemisférico, y varios de los jefes de Estado que más promovieron la creación de
la CELAC no sólo se han pronunciado repetidamente contra la OEA, sino que
mantienen una política exterior de plano contrapuesta a la de Estados Unidos,
como son los casos de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador.
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