Vandalismo
Guillermo García Machado
Los vándalos eran los integrantes de un pueblo bárbaro de origen
germánico oriental que
quedó en la historia como símbolo del salvajismo y de la falta de civilidad. Por
eso el término vándalo hoy se utiliza para hacer mención a la persona que comete acciones propias de la gente salvaje. Vandalismo, por lo tanto, es un
concepto que puede utilizarse para nombrar a la destrucción que parece propia
de los antiguos vándalos. Es una conducta destructiva que
no respeta la propiedad ajena y que suele expresarse a través de la violencia.
El
vandalismo es la hostilidad aparentemente
injustificada hacia las posesiones de los demás. Suele manifestarse en el espacio
público con ataques a monumentos, bancos, paredes, etc., ya sea con
la intención de transmitir un mensaje o por el simple hecho de destruir lo ajeno.
Una
de las formas más frecuentes de vandalismo es el grafiti, cuando
se pinta sobre un muro privado y sin autorización. Las pintadas en las paredes
de una casa o en una estatua tienen víctimas (el dueño de la residencia, el Estado)
que sufren daños patrimoniales. Quienes se expresan a través del grafiti, sin
embargo, sostienen que la libertad de expresión trasciende la propiedad privada
o los objetos materiales.
El
vandalismo también puede llevarse a cabo de forma virtual a través de la
alteración de las páginas de Internet. Una
muestra del vandalismo digital ocurre
cuando se interviene un sitio para la publicación de un mensaje contrario al
verdadero espíritu de la página en cuestión (como la inclusión de una proclama
a favor del aborto en un sitio de la Iglesia Católica, por ejemplo). Algunas
veces, los actos de vandalismo despiertan sentimientos encontrados por parte
sus desprevenidos admiradores, dado que contienen elementos humorísticos que resultan difíciles de ignorar,
capaces de arrancar una carcajada de los rostros más rígidos.
Uno
de estos actos de vandalismo “carismáticos” tuvo lugar en la ciudad italiana de
Roma, en 2008, cuando un individuo de nombre Graziano Cecchini lanzó 500 mil
bolas de colores por la escalera de la Trinidad de los Montes, en Plaza de
España (uno de los lugares más característicos y apreciados del centro de
Roma). Esta “broma”, que generó en los transeúntes una mezcla de estupor y diversión, tuvo un coste aproximado
de 20 mil euros, el cual su creador afrontó muy gustoso.
Otro
claro ejemplo nos traslada a Berlín, donde en el año 2010 un grupo de artistas
alemanes denominado IEPE decidió empapar las ruedas de más de 2 mil coches con pintura de varios colores para que imprimieran
su trayectoria en una intersección de la ciudad. Cabe mencionar que los conductores
no eran cómplices, sino víctimas de este acto de vandalismo apropiadamente
titulado “Reality Paint” (cuya traducción aproximada es “pintura de la
realidad”) y que consistió en verter alrededor de 500 litros de pintura en
puntos estratégicos de las cuatro calles que hicieron las veces de lienzo.
En
el año 2011, por otro lado, un grafitero búlgaro que nunca fue identificado
decidió aplicar su arte a las estatuas del Monumento del
Ejército Soviético, el cual se encuentra en el centro de la ciudad de Sofía,
para convertir a sus protagonistas en superhéroes tales como Batman y el
Guasón, y personajes como Santa Claus y Ronald McDonald. Entre los símbolos más
llamativos se encuentra la transformación de la bandera soviética en la
norteamericana y la presencia del Capitán América. Sobra decir que miles de
turistas se acercan a la capital de Bulgaria para hacer fotografías de la nueva
cara de este monumento, que tiene más de medio siglo de edad.
La
lista continúa e incluye la construcción de diversas figuras y su ubicación en lugares estratégicos
para tomar por sorpresa al público, y el diseño de imágenes obscenas en puentes
y monumentos para expresar el descontento del pueblo con respecto a ciertas
decisiones del gobierno.